Jorge Antonio Sánchez Rivera
Departamento de Programas y Enseñanza (Español en Secundaria)
Facultad de Educación, UPR RP
De cuando en cuando me ocurre vomitar un conejito
Julio Cortázar, «Carta a una señorita en París»
A Yuliana Ramos
El teniente Nazario entró a su oficina a eso de las siete de la noche luego de un día exhausto. Con el recién terminado caso del asesino en serie cuyo objetivo había sido la familia Díaz Caraballo, los dueños del Centro Médico Díaz, un grupo de hospitales de altísimo standing, Nazario no había tenido el tiempo para recoger los expedientes del nuevo caso asignado. Ya no se hallaría apresando viles homicidas, sino políticos corruptos. Posterior al caso Díaz, la fama de Nazario había llegado a la estratosfera, de ahí el ascenso a teniente y su ingreso al Negociado de Investigaciones Especiales. Ahora le respiraban en la nuca los entes inasibles de la política, la oligarquía política del cuatrienio novoprogresista. Eran los delincuentes de cuello blanco sus objetivos, los miembros del partido rojo y, quizá, uno que otro del partido machetero, para eliminar cualquier posibilidad de reinscripción. Para rematar, al ser año de elecciones, era imprescindible desvelar los corruptos del partido contrario; la estratagema de todo buen servidor público que aspire ganar.
El teniente se echó en la silla de cuero y extendió las piernas hasta posarlas sobre el zafacón bajo el escritorio. Los brazos estaban caídos a ambos lados, los párpados a media asta y las luces tenues; sentía los primeros signos de migraña, ese dolor pulsátil e indecible que viene acompañado de vómitos cuando se lo trata tarde. Nazario, en los pasados meses, se había convertido en un vampiro cualquiera, en una gárgola, en cualquier monstruo noctívago capaz de encontrar el último eslabón de la cadena Díaz. Abre el periódico en su iPhone 6 Plus y lee Trump amenaza con endurecer el veto migratorio pese a las protestas. Se avecina una incertidumbre mundial, piensa, aunque prefiere hacerse el ignorante. En la USA se enfrenta la deshonesta feminista de centro derecha versus el orangután de piel naranja, y Nazario opta por abrir el juego de Plants vs. Zombies, quizás por el instinto del colonizado que elude la realidad impotente en la que vive. A los pocos minutos, mientras sostenía horizontalmente el celular y pulsaba la pantalla para plantar su ejército fotosintético, miró de reojo la correspondencia que Alicia le había puesto sobre su escritorio antes de marcharse. Enderezó su cuerpo, acercó la silla y, olvidando que los zombis devoraban su huerto, revisó el paquete de sobres, algunos de manila con el sello Confidencial, otros que componían la correspondencia regular. Su movimiento manual repetitivo se detuvo ante uno con remitente de la ciudad de Nueva York. Finalmente tendría noticias de su excompañero, Pedro Núñez; sin titubear, abrió la carta.
30 de enero de 2016
José:
¡¡¡Estoy desesperado por eso te escribo!!! Amigo mío fíjate que desde que me fui he pasado la seca y la meca. Vino a verme el diablo en bicicleta como decía Ordoñez. No te había querido decir por qué me fui porque no me atrevía… Ahora lo debe saber hasta la vecina de mi madre. Hacen meses que no dejo de pensar en ustedes porque mi trabajo era mi vida y ahora estoy jodío sin ni siquiera poder moverme del apartamento… Hermano… me voy a pegar un tiro, ya no puedo vivir así. ¿Te acuerdas de aquella negra que arrestamos en Loíza? Sí brodel, la que cogimos por comerse a los nenes del barrio. Esa puta… Me acuerdo como hoy cuando se metió por las tablas de la casa pal terreno pa’ escaparse, yo me fui detrás de ella y la puta me echó un polvo en los ojos que me dejó ciego y me dijo unas mierdas en jeringonza. Entonces fue que yo empecé a manotear con la macana hasta que le metí y la dejé tumbá. Hasta los otros días no había pensado en eso que me dijo la cabrona esa, pero ahora estoy seguro de que fue ella la que me echó la maldición que no me deja en paz. Cheo… Tú sabes que yo no meto embustes hermano y porque eres mi mejor amigo te confieso esto a ti.
Después que la metimos presa fue que nos movieron pa’ San Juan, pal Cuartel General y ahí fue que me empezó a salir en el muslo izquierdo una pelota roja. Al principio tú sabes cómo somos los que nos criamos humildes, no le hice caso pensando que se iba a curar después. Pero después me jodió la pierna, eso empezó a ponerse grande y con un dolor hijueputa, peor que el tiro que me dio el Papote en la Roosevelt. Ahí fue que pegué a faltar pa’ disque ir pal médico. La bola ya parecía una bola de pelota, pero roja y dura con cojones. ¡Y me dolíaaaa! Pero yo no me atrevía a ir pal médico en verdad porque tú sabes que ahora to’ son maricas y como estaba tan cerca del bicho pues me aguantaba como macho. Busqué en la internet y decía que le untara manteca de ubre de vaca pa’ bajar la inflamación y fui a comprarla a la farmacia del pueblo. Entonces fue que me pasó lo más cabrón, puñeta. Cuando estaba haciendo la fila pa’ pagar, sentí unas cosquillas por donde estaba la bola y me dio unos mareos y una pendejá haí ahí, así que me fui corriendo sin la manteca. Rápido que llegué a casa me quité el pantalón y salió una mariposa chinita y negra con puntos blancos.
¡Hay hermano! Si tú supieras que eso no es na’. Tú sabes que yo volví pal trabajo, ahí fue que empezamos a investigar al contable de Guaynabo, ¿te acuerdas? Brodel, me empezaron a salir más mariposas de la bola… A veces yo tenía que ir al baño pa’ sacarme hasta ventemil mariposas de adentro del pantalón. Y me dolía más la bola esa. Acho, en verdad que hasta lloré hermano, PERO TÚ SABES QUE YO NO SOY MARICÓN. Pero era peor que un tiro Cheo… y a quién le iba a decir que yo tenía una bola en la pierna que botaba mariposas. Coño, tú sabes que me hubieran dicho pato en to’ los laos’. Cuando ya no podía con la mierda esa fue que vendí la casa y me vine pacá. Como nadie me conoce, fui a un médico mejicano que me hizo un montón de pruebas y me dijo que era disque cáncer. Entonces le conté lo de las mariposas y el mamón se rió de mí. Por eso no volví a donde el cabrón ese y me quedé encerrao’ en el apalment. Dejé de salir porque ya casi no podía mover la pierna y estoy tan flaco que me voy a morir de hambre Cheo. Estoy comiendo las latas que me quedan, pero a veces no tengo fuerza pa’ arrastrarme hasta la cocina. Pero tú sabes que yo no me voy a morir como los pendejos, yo me voy a matar.
Te tenía que escribir esta carta pa que supieras que yo no estoy loco. Que no soy un maricón miedoso ni que me fui por pendejerías. Le voy a decir al guardia del edificio que recoja el sobre frente a mi puerta pa’ que te lo mande. Ahí te pego una mariposa muerta pa’ que veas que es verdad. Con tantas que tengo en el cuarto se supone que me crean.
Adiós amigo,
Pedro
Al final de la hoja no estaba la evidencia que le había referido su amigo. Nazario no sabía qué hacer con lo que acababa de leer, inclusive, pensó que podría ser producto del cansancio. Agarró los expedientes que necesitaba y apagó las luces de la oficina. Luego de pasarle llave a la puerta, se dio la vuelta y vio asombrado, casi con vértigo, como se posaba sobre el computador de su secretaria una mariposa monarca.
Revista [IN]Genios, Vol. 4, Núm. 2 (abril, 2018).
ISSN#: 2374-2747
Universidad de Puerto Rico, Río Piedras
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