Flâneur

Marangely Hernández Torres 
Programa de Estudios Interdisciplinarios 
Facultad de Humanidades, UPR RP 

Recibido: 19/09/2024; Revisado: 19/12/2024; Aceptado: 19/12/2024 

Un tacto frío se posó sobre mi mejilla cual último beso de una amante moribunda que extendía sus manos de metal por mi torso. Desperté, viéndome apoyado de un farol en plena vía peatonal. Desconocía en qué momento había terminado recuperando mi aliento en vista parisina, mas el ardor en mis pies me sugería que al menos había estado unos minutos allí parado, dormitando, no cumpliendo con mi rol. Proseguí mi andar a destinos indeterminados acomodando mis pasos al galope de los caballos que marchando la vía principal. La cantidad de carruajes transitando en la calle, la hermosa naturaleza que valientemente sobrevivía la modernidad, y las señoritas asomándose desde los balcones sin decoro, me situaban en el Haussman Boulevard. Seguí con mi camino aglomerando la belleza renacentista que se juvenecía con coloridos ventanales del Art Nouveau. Según la ciudad se modernizaba algo en mí también cambiaba y se sentía frío. Más frío. 

Al otro lado de la calle divisé un dandi, creador de nuevas modas. Me devolvió la mirada y me saludó con un ademán. Su cuidadosa elección de sombrero de copa hacía juego con su chaqueta y su bigote bien peinado, lo había encorvado ligeramente hacia arriba con suma elegancia. Su figura resaltaba de entre la multitud de transeúntes con ociosidad con su solo caminar, mientras yo me unía al respirar de la ciudad y envolvía mi espíritu en sus maravillas. Pues yo soy admirador de lo bello, el fiel amante de la complejidad en la simpleza ordinaria; ciudadano del universo. La calidez del cielo rozaba mi nariz mientras las ráfagas de la tarde robaban mi alma y la transportaba a otros lugares, a otros caminos de la gran ciudad igual de ajetreados, pero hermosos. Flotaba por lúdicos parajes hasta ahogarme en cansancio y sueño. De vez en cuando se me soldaban los párpados, siempre despertando recostado de un frío farol que con el nuevo invento no emana suficiente calor. Ahora las calles permanecían despiertas durante la noche, la ciudad entera se iluminaba con bombillas y mi pecho se sentía frío. Más frío. 

Me hice uno con la ciudad, el bullicio del gentío en las calles no podría opacar la melodía clásica que se tocaba en mi ser. Pero entonces recordé que nunca había escuchado un solo concierto de Beethoven, o de Mozart, o de Bach, solo el de mi alma que con la llegada nocturna se apagaba cual flama. Recordé que las farolas ya no necesitaban de mí sino yo de ellas, para recostarme y mantener mi cabeza lejos del suelo. Recordé el estado de obsolescencia que había traído consigo las bombillas que arrebataron mi trabajo, mi rol de farolero. No quedaban mechas que encender en la noche ni apagar en las mañanas. Recordé que alucinaba con el sueño que todo obrero fantaseó mientras me despedía de la patria a la que nunca pertenecí, a las calles que no recordarían mi nombre. Desperté una vez más con el frío besando mi ososa mejilla, viendo mi única posesión consumirse entre mis dedos, un cigarro de opio. Deslumbraba por última vez la calle en la cual mi alma se liberaba mientras la mecha en mi pecho se apagaba. El frío pasaba de hacer arder mis pies a relajarlos. Apenas sentía el peso de mi cuerpo sobre el farol cuando en un pesado parpadear presencié un flâneur que transitaba por el Haussman Boulevard


Posted on December 20, 2024 .