Christian A. Colón Maldonado
Departamento de Sociología y Antropología
Facultad de Ciencias Sociales, UPR RP
Recibido: 8/09/2024; Revisado: 4/12/2024; Aceptado: 13/12/2024
Grita,
en el vasto espacio que se extiende
y que, en la costa, se adentra,
saturada por la consecuencia del día,
y furibunda en el colapso esperado
de su esencia física y espiritual.
Es otra la fuente que la nutre, innombrada,
que resplandece en su propia naturaleza,
que ama en sus motivaciones banales,
que ignora, a la par, los resultados,
y se lanza a la aventura del retorno,
en un intento que jamás se consuma.
En la mañana, vuelve a gritar.
No importa cuán radiante,
ella brota del sonido armónico,
es la fruta más dulce, la piedra más preciosa,
el beso que se da, la rabia que se calma,
la mentira más hermosa y más letal.
La azucar que remplaza la sal
que alguna vez saló el mundo,
la concepción acéfala
de la autodeterminación,
tan falaz como esos amores
que te imputan.
—Nunca fue tu elección;
eres el eco de un producto,
moralismo adaptado a las sombras
de un mundo en declive,
de un sueño al borde
de su taquicardia final. —
Vuelve y grita,
vacía en su alma y diestra,
motivada por su inanición y desdicha.
En la instancia esotérica psicotropical
se le redime de las precarias garpas
que la anclan a esa costa
de consecuencias, predecibles,
pero lamentables.
Grita una última vez
y muere.
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