En esta realidad no

Stephanie Fernández Hernández
Escriturra Creativa, Programa de Estudios Interdisciplinarios
Facultad de Humanidades

“...a mí, que nací de ella, nunca me echó de su lado.”
Una semana de siete días, Magali García Ramis


Por las noches me gusta observar a mi mamita dormir. Ella, con su semblante sereno y con una sonrisa que creo encontrar en sus labios me hace pensar que sueña conmigo: con mi carita inocente, mis ojos vivos y mis cabellos ondulados que le recuerdan a los suyos. Acurrucado cerca de sus costillas, sin que ella se percate, la acompaño en su sueño hacia otra realidad. En esta otra vida paralela (o por lo menos, eso me digo a mi mismo) mami me cuenta la historia de mi nacimiento y las anécdotas de mis primeros años. La vez que di mis primeros pasos, que pronuncié entre balbuceos mi primera palabra y las ocasiones que me cantaba hasta quedar dormido en mi cuna.

Presiento que ella sabe que estoy a su lado porque se levanta y con sus perspicaces ojos busca algún rastro de mi presencia. Yo ya me he ido pero desde lo lejos no dejo de acompañarla en silencio. Entonces, un poco desilusionada ella regresa a la realidad de sus rutinas: al trabajo, a la limpieza de la casa y a la llamada telefónica que hace cada dos días al asilo de ancianos en donde se encuentra mi abuela. La llamada que siempre hace cambiar su semblante. Pero su reacción al hablar con su madre no es igual a la que yo veo cuando ella piensa en mí. Mi mamá habla con mi abuela en un tono monótono y distante. Es cuando habla con ella que veo sus debilidades y sus miedos; por lo cual ella miente.

— ¿Cómo estás?... No, no creo que pueda visitarte mañana... Manuel está bien, trabaja... Madre, me tengo que ir... Sí, pronto iremos a verte.

Manuel era el muchacho, ahora hombre, que mi abuela quería para mi mamá. Un joven, según ella, serio y responsable. Hijo de una de sus amigas de la iglesia. A mi mamá nunca le gustó Manuel y se fijó en Carlos. Carlos era mi padre. Él descubrió a mi mamá en uno de sus recorridos externos que hacía por la escuela. Todas las tardes a las dos, él iba en su carro dando vueltas sin sentido y en una de esas vio a mi mamá sentada en la glorieta. Desde entonces cada vez que él daba la vuelta buscaba la melena negra y ondulada de mami. Cuando mi abuela se enteró de que aquel ‘vago’, como ella le decía, buscaba a mi mamá, el sermoneo duró varios días. Lo que mi abuela no sabía era que ya mami y papi, a escondidas, estaban en el proceso de crearme. Esta es la mejor parte de la historia porque habla de mis padres y secretamente estoy ahí con ellos. La que le sigue no es tan grata pero igual lo cuento porque es parte de quien soy yo hasta el día de hoy.

Abuela hizo todo lo posible para que mami y papi no se vieran más. Formó un escándalo diciendo que él había abusado de ella. Eso no era verdad, a mí me constaba pero nunca me escuchó. Él se fue, eventualmente. Al poco tiempo, abuela enfermó y ambas tuvieron que irse a casa de una tía de mi mamá. En esa casa vivían siete personas, mami y abuela incluidas. A su tía no le molestaba que ellas estuvieran en la casa pero mami se sentía incómoda. Yo no lograba entender muy bien el porqué. Yo trataba de no molestarla. Me quedaba tranquilito, pasaba gran parte del tiempo durmiendo.

Una tarde mami fue al médico, yo estaba muy contento y ansioso. Quería que ella me viera a través del monitor. Sin embargo, ella nunca miró. Poco a poco me fui desprendiendo de su lado y aunque fue dolorosa la separación comprendí que mami me quería de otra forma, no corpórea. Escuchar aquel llanto me hizo comprender que no era un buen momento para estar físicamente a su lado. Recuerdo que me había dicho que me quería y que algún día estaríamos juntos. Tal vez cuando se reencuentre con papi podremos ser una familia.

Pero a veces (muchas veces) me desespero porque ha pasado tanto tiempo y ella no me viene a buscar. Pero aun así espero. Espero escuchar la profundidad de su voz diciéndome que me ama y que me quiere a su lado. Espero aquella sensación cosquillosa de su mano tocando el vientre en donde me encontraba, aquel hogar que busco y no encuentro.

Mientras abuela está en el asilo de ancianos, mami vive sola. Aún no ha encontrado a papi. Yo quisiera hacerle compañía pero no es posible. Ella dejó muy claro que no era el momento oportuno para estar a su lado y yo me acaté a su decisión por amor y porque su palabra para mí es la voz de la razón. Por eso es que viajo por las noches en sus sueños, me acuesto a su lado y juntos nos encontramos en esa otra realidad. En ese mundo ella me habla, me arrulla, me cuida. Es entonces cuando ella sonríe y yo sonrío por verla feliz.

Posted on September 14, 2015 .