Paola A. Rivera Morales
Programa Comunicación Audiovisual
Escuela de Comunicación
“Creo que ya es tiempo de que escribas lo que sientes. Si no te comunicas conmigo, no podrás salir de aquí, ni mejorarás”, la doctora me dice con su acostumbrada dulzura. Sin embargo, ha sido la misma frase que ha utilizado conmigo en los últimos tres meses.
La doctora Robles me entrega un lápiz y un papel. “No quiero hablar ni quiero escribir. Solo quiero retroceder o adelantar el tiempo. No quiero estar en el presente”. La doctora se emocionó y me dijo: “Bien. Muy bien, Victoria. Hablaste. Dime, ¿por qué no quieres estar en el presente?
- “No quiero hablar. Este lugar no me motiva a hablar”, dije sin ningún tipo de expresión facial.
- “Sí, supongo que estas cuatro paredes blancas no te motivan a hablar. ¿Qué tal si hablamos en el jardín? Ahí hay colores vivos, flores, abejas, vida...”
- “Tal vez, pero no hoy”, dije sin hacer contacto visual.
- “De acuerdo, como quieras.”
- “¿Puedo irme?”
- “Sí, claro”, dijo decepcionada.
Cuando ya estaba cerca de la puerta, me dijo: “Tori, ya estas mejorando. El simple hecho de que me hayas hablado hoy, muestra tu mejoría”. Solo pude hacer un intento de sonreír, pero hasta eso me pesaba.
No sé qué era peor, aquella oficina o esta habitación, la cual constantemente me recordaba lo deprimida que estaba. Sus paredes acolchonadas, me provocaban ganas de golpearme y llorar hasta deshidratarme. Por lo menos, eso hice lo primeros días; pero, ya estoy cansada de llorar. Quiero olvidar esta pesadilla y volver a ser la misma de antes o alguien más fuerte.
Opté por dormir, pero siempre pasaba lo mismo. La misma pesadilla, una y otra vez. Aparecían varios rostros ensangrentados. El de él era el único que me interesaba resucitar. Sin embargo, fue el único que no despertó. En el sueño había ambulancias, se escuchaban llantos y había mucha sangre. La única diferencia entre esta pesadilla y las demás fue su voz, que decía: “Sálvate. Sal de este sufrimiento y déjame ir”.
Me desperté azorada. Comencé a gritar y a llorar. Empecé a golpear la puerta, “¡Busquen a la doctora Robles! ¡Busquen a la doctora Robles! ¡Díganle que quiero hablar con ella!”. Me senté en el suelo a sollozar y entre susurros dije: “No aguanto más...”
- “Abran la puerta”, la doctora dijo desesperadamente.
- “No creo que sea lo más prudente, doctora. Es mejor medicarla”, dijo uno de los enfermeros.
- “¿Quién es la doctora? ¿Tú o yo? Dije que me abran la puerta”, el chico abrió la puerta.
Cuando la vi, me paré del suelo rápidamente. Le tomé las manos, “Necesito hablar, no aguanto más”.
- “Vamos a mi oficina, ¿te parece?”, me dijo tratando de calmarme.
- “Al jardín.”
Ahí estábamos, ella y yo, sentadas en una banca del jardín. La luna estaba radiante, las luciérnagas volaban y los coquíes sonaban. “Él murió en una noche como esta. Parecía pacífica, pero no lo fue...”, le dije a ella mientras miraba fijamente la luna.
- “Tori, ¿quién murió?”, dijo confundida.
- “Yo no lo pude salvar…”, tenía los ojos cristalizados.
- “¿Lo podías salvar?”, dijo la doctora. Estaba intentando de seguirme la corriente.
- “Yo se lo debía. Él ya me había salvado una vez.”
- “A lo mejor estaba fuera de tu alcance.”
- “Yo debí salvarlo. Él me dio los mejores días de mi vida”, en ese momento la miré a los ojos.
- “No dudo que lo haya hecho. Pero, creo que él hubiera preferido verte feliz.”
- “Yo no puedo estar feliz sin él.”
- “Yo creo que sí. Perder a alguien es lo más duro, pero no es insuperable. Tú eres muy fuerte, te estás superando.”
- “Yo nunca fui fuerte, él me ayudó. Yo no puedo hacer nada sola.”
- “Esto lo estás logrando sola.”
- “Usted está aquí, así que, no estoy tan sola.”
- “Yo simplemente, soy un guía. A lo mejor él solo fue un guía también. Cumplió con su misión, que eras tú.
Estuvimos unos minutos en silencio. Esta noche tan radiante me daba esperanza. A lo mejor sí podía salvarme. “¿Quieres contarme como él te salvo?”, esa pregunta me trajo de regreso a ella.
- “¿Sabe lo que es tener 19 años y no haber tenido ni una primera cita o un primer beso?”
- “Me atrevo apostar que muchas han pasado por eso”, me dijo sonriente.
- “No en estos tiempos. Adaptarse a los parámetros de la sociedad es difícil. Es todo sobre el exterior, en lugar del interior. Ser emocional es sinónimo de debilidad y la inteligencia no es suficiente para la mayoría de la gente. Tener una autoestima saludable es un constante reto. Para mí era frustrante ver a las niñas tener toda la “experiencia”, mientras yo no había tenido nada... Lucas fue mi primero. Él me mostró todo lo que soy hoy”, dije frustrada.
- “Él no te mostró todo lo que eres hoy. Lucas llenó unos vacíos que tenías, pero todo lo demás lo lograste tú. Y sí, estamos en una sociedad muy superficial. Muchos como tú están nadando contra la corriente. Sin embargo, no quiere decir que estén mal. Al contrario.”
- “Pensé que lo más difícil era no tener un mejor amigo o un novio. ¡Qué ignorante fui! Lo más difícil ha sido perderlo...”, dije aun frustrada. Comencé a llorar. Era la primera vez que hablaba de este tema con alguien.
- “Toda esta situación te ha ayudado a madurar. Creo que ya es tiempo de que lo dejes ir. Estoy segura que a él le hubiera gustado verte superada, estudiando, cumpliendo tus sueños...”, dijo dándome una dulce sonrisa.
- “¡Es que yo lo maté!”, la doctora me miró confundida.
- “No creo que hayas matado a quien alguna vez amaste”.
- “No debí dejarlo ir.”
- “¿Ir a dónde?”, la doctora aún seguía confundida.
- “Todo ocurrió en diciembre. Se suponía que íbamos a salir, pero me preguntó si podíamos posponerlo, ya que, quería salir con sus amigos. Sus amigos dijeron que había estado distante desde que comenzó conmigo. A él no le gustaban las fiestas, pero aun así fue con ellos. Lucas debía ser el conductor designado, pero parecía que esos planes habían cambiado. Estaban borrachos y tuvieron un accidente. Fue entonces cuando lo perdí. Era tan dulce y sabio. Ahora, lo único que tengo de él son los recuerdos. Le agradezco por venir a mi vida y por hacerme una mejor persona. Pero, se fue, en un abrir y cerrar de ojos.”
- Luego de haber dicho eso, estuvimos varios minutos sin decir nada. Solo miramos las estrellas fugaces pasar.
- “Creo que él está muy orgulloso de ti”, me dijo la doctora, rompiendo el silencio.
- “¿Usted cree?”
- “Claro que lo creo. Todos pasamos por malas rachas. Hay eventos en nuestras vidas que nos moldean. Lucas y este evento te moldearon. El estar aquí, el simple hecho de admitir que tenías un problema y venir, habla muy bien de ti”.
- “¿Cree que seré alguien de bien?”
- “Eres alguien de bien. Pronto saldrás de alta de aquí y contarás tu historia. Serás la admiración de muchos.”
Revista [IN]Genios, Vol. 4, Núm. 1 (diciembre, 2017).
ISSN#: 2374-2747
Universidad de Puerto Rico, Río Piedras
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