Yuliana María Ramos Orta
Departamento de Estudios Hispánicos
Facultad de Humanidades
Resumen:
La hegemonía heterosexual que propicia la imposibilidad de inclusión social para la comunidad LGBTQ da paso a una “violencia interiorizada” expresada a través de estereotipos y represiones entre –y contra– los integrantes de la comunidad. Al citar a Scheper-Hughes y Bourgois, Polit Dueñas señala: “Violence gives birth to itself” (8). Esa perpetuación de la violencia se expone en los cuentos de Mundo cruel, del escritor Luis Negrón, situados en Puerto Rico. Los cuentos “Mundo cruel” y “El vampiro de Moca”, develan la violencia y el rol furtivo de la hegemonía en la comunidad LGBTQ. Emerge así la “violencia interiorizada”: desconfianzas y rechazos entre los individuos de la comunidad LGBTQ. A través de un análisis del lenguaje, las acciones y los pensamientos de los personajes, destacaremos cómo dicha violencia se descubre en los cuentos. Guiaremos el estudio con la crítica de David William Foster, Gabriela Polit Dueñas y María Helena Ruedas.
Palabras claves: homonormativa, heteronormativa, violencia internalizada, Mundo cruel
Abstract:
The heterosexual hegemony that causes the impossibility of social inclusion for the LGBTQ community also encourages the existence of an internalized violence between the members of the community. This internalized violence can be seen through stereotypes and repressions that the participants of the LGBTQ community have against others – and themselves. Polit Dueñas states, while quoting Scheper-Hughes y Bourgois, that “Violence gives birth to itself”. (8) This violence cycle is exposed in the short story collection Mundo Cruel, by Luis Negrón. Specifically, the stories “Mundo cruel” and “El vampiro de Moca” reveal the internalized violence and the hegemony’s furtive role in Puerto Rico’s contemporary LGBTQ community. In this investigation, we will analyze the characters’ vocabularies, thoughts and actions to reveal the internalized violence, while guiding the study with the critic of David William Foster, Gabriela Polit Dueñas and María Helena Ruedas.
Keywords: heteronormative, homonormative, internalized violence, Mundo cruel
Nuestro presente inmediato evidencia las conmociones de una época de transición en donde la hegemonía y la heteronormatividad, además de la violencia propiciada por ambas, se imponen inminentemente sobre las comunidades marginales. Específicamente, en las sociedades latinoamericanas y caribeñas – hegemónicas por excelencia – se percibe cómo estos grupos marginales subsisten luchando por una inclusión social, por la visibilidad y, sobre todo, por librarse de las imposiciones heteronormativas. Entre dichos grupos marginales, existe la comunidad LGBTQ –grupo que descansaba en haber obtenido cierta inclusión social a través de las incontables luchas llevadas a cabo en las pasadas décadas–, pero que ahora se topa con la incógnita repentina de cuál es su espacio dentro de la sociedad, de la utilidad de su visibilidad y de cuánto verdaderamente se han distado de la influencia de la heteronormatividad. Formar parte de una sociedad hegemónica, siendo un integrante marginal, desemboca en una lucha constante – tanto interna como externa – puesto que existe una violencia inescapable que surge de las imposiciones y expectativas sociales exigidas para convertirse en un ente normativo. Los integrantes de la comunidad LGBTQ, receptores de violencia, ya sea a través de eventos traumáticos colectivos o individuales, se ven atrapados en un ciclo de desdoblamiento de la misma. Tal como señalan Gabriela Polit Dueñas y María Helena Ruedas, al citar a Scheper-Hughes y Bourgois, “…[V]iolence is a slippery concept – nonlinear, productive, destructive, and reproductive. Like produces like, that much we know. Violence gives birth to itself.” (8) Así, resultaría que los miembros de la comunidad LGBTQ en Latinoamérica y el Caribe no pueden escapar de la violencia, por lo que terminan perpetuándola entre sí. De esta forma emerge la violencia interiorizada, a través de la cual los miembros crean represiones, estereotipos y desconfianzas entre sí. La literatura en Latinoamérica y el Caribe que trata sobre la comunidad LGBTQ funge como espejo de la realidad cotidiana de dicho grupo marginal, además de ofrecer ejemplos de la “violencia interiorizada” antes mencionada. Esta investigación pretende esclarecer y analizar cómo dicha violencia se deja ver a través de elementos cotidianos que aparecen en los textos escogidos, tales como el lenguaje, las acciones y los pensamientos de los personajes, con el fin de demostrar la existencia y ubicuidad de la violencia (Polit y Rueda 2), además de la homonormatividad que dicha violencia ha creado entre los integrantes de la comunidad LGBTQ.
Antes de continuar, y para efectos de esta investigación, resulta imprescindible recalcar cierta información sobre la comunidad LGBTQ que ha de analizarse y estudiarse entre las próximas páginas. Las narraciones expuestas en la colección de cuentos Mundo cruel, del escritor puertorriqueño Luis Negrón, tiene como protagonista la comunidad LGBTQ de Puerto Rico en la contemporaneidad. Esta comunidad, no exenta de las agresiones y eventos traumáticos, tuvo sus comienzos de formalización (como cultura gay) desde mediados del siglo XX. El historiador Javier E. Laureano divide el proceso de formalización de la cultura gay de Puerto Rico en cinco etapas (18-26), mas es en la cuarta etapa en la que se consolida el grupo LGBTQ como receptor inmutable de la violencia propiciada por la cultura heteronormativa y conservadora de la sociedad puertorriqueña. Esta cuarta etapa “que va de 1981 a 1992, los ochenta, está marcada ineludiblemente por el advenimiento de la epidemia del SIDA, que azotó a la población gay de Puerto Rico radicalmente” (23). La supuesta exclusividad de esta epidemia, es decir, su asociación directa a la comunidad gay en Puerto Rico fue la fuente primaria de motivación para que se llevaran a cabo acciones violentas hacia la comunidad LGBTQ, además de hacer definitiva la marginalidad de este grupo. Entre persecuciones religiosas y asesinatos en serie (Laureano 23), la comunidad LGBTQ se vio amenazada considerablemente como colectivo. Estos eventos traumáticos, además de la marginalización cotidiana por parte de la hegemonía, se alojan en la memoria gay colectiva de Puerto Rico y provocan una actitud defensiva y violenta constante por parte de los miembros de la comunidad LGBTQ, tanto hacia los entes normativos como hacia ellos mismos.
La sociedad puertorriqueña contemporánea que se encuentra “…experimentando los vaivenes y conmociones de una genuina era de transición…” (Vega 12), aún no logra desprenderse de las actitudes conservadoras impuestas por la hegemonía heteronormativa. Debido a esto, la comunidad LGBTQ en Puerto Rico “descansa sobre un movimiento pendular que oscila entre la más ruda represión y la celebración” (Laureano 15), por lo que pareciera imposible llegar a un punto medio, en el que los miembros de la comunidad logren obtener inclusión social. Los acontecimientos violentos impulsados por elementos conservadores (como las persecuciones, los asesinatos en serie y la marginalización por naturaleza hegemónica) colisionan con el advenimiento de la época de transición del siglo XXI, en la que se cuestionan constantemente las exigencias sociales impuestas sobre los sectores marginales. Esta colisión, que a su vez crea una inestabilidad social que circunda a la comunidad LGBTQ, no les permite adquirir un espacio propiamente reconocido dentro de la sociedad puertorriqueña. Debido a esto, la comunidad termina celando el espacio limitado que sí posee, de manera que los integrantes se tornan selectivos y represivos con sus compañeros. La comunidad LGBTQ se ve en la necesidad de crear ciertas expectativas e imponer exigencias a sus integrantes, desembocando en una homonormatividad (Laureano 73) que pareciera no distarse mucho de la heteronormatividad de la que anhelan desprenderse. Cabe destacar la definición de heteronormatividad, según el Oxford Dictionary of Gender Studies, “…[ ] this concept denotes the assumption that the sexes are binary, divided into female and male, with complementary roles, and that this is a given fixed state in accordance with which one should act”. (95) Sobre la definición previa, es importante denotar, sobre todo, la presunción de los sexos binarios con conductas complementarias y el carácter inapelable de dicha presunción; esta presunción se inmiscuye en el espacio social de la comunidad LGBTQ y, debido al carácter irrevocable de la heteronormatividad, los miembros dan paso a su propia versión de presunciones y expectativas: la homonormatividad. Según Lisa Duggan, esta homonormatividad, “…does not contest dominant heteronormative assumptions and institutions, but upholds and sustains them…” (179), por lo que se perpetúan las exigencias, expectativas y roles impuestos por la hegemonía heteronormativa. Es a través de esta “homonormatividad” que se instaura parte de la violencia interiorizada, pero más aún, se demuestra cómo la violencia se ha convertido en un elemento clave para el orden social, tal como mencionan Polit Dueñas y María Helena Ruedas, “…violence is an intrinsic part of social order, a reality that encompasses both the individual and the collective aspects of daily life”. (2) Por otra parte, cabe destacar lo que señala Samuel Alaújar sobre la violencia, “…[violence] can best be understood as a form of personal survival”. (Polit y Ruedas 7) Esto supondría que la violencia interiorizada por parte de los integrantes, como entes individuales, funge como como mecanismo de defensa involuntario ante las exigencias hegemónicas. De esta forma, la comunidad LGBTQ (como ente colectivo) y sus integrantes (como entes individuales) perpetúan la violencia de manera trivial puesto que la violencia ya se toma como un elemento natural de la sociedad.
El escritor puertorriqueño Luis Negrón alega que su colección de cuentos Mundo cruel es “…una celebración de la mariconería”. (Negrón, 00:08:21) Con este enunciado, Negrón nos anticipa la exaltación de la vida cotidiana de miembros de la comunidad LGBTQ en Puerto Rico, específicamente de hombres homosexuales que moran en el área de Santurce (localizada en San Juan, capital de Puerto Rico). En los cuentos El vampiro de Moca y Mundo cruel se hallan estampas santurcinas en las que se evidencia la cruda realidad social de la comunidad LGBTQ en Puerto Rico. Luis Negrón logra plasmar la relación de ciertos miembros de la comunidad LGBTQ con el mundo homonormativo y heteronormativo del que forman parte. Cabe destacar que ambos textos se caracterizan por la individualidad de los sujetos protagonistas, a pesar de que estos forman parte de una enorme comunidad LGBTQ que domina el área de Santurce. Esta característica permite visualizar la realidad desde las perspectivas individuales de sus integrantes, a la vez que evidencia las peripecias cotidianas de aquellos que no forman parte de lo normativo. La narración en primera persona de su cotidianidad da la impresión de estar junto a los protagonistas, mientras transcurren sus situaciones particulares. Esto, a su vez, hace al lector testigo de la concurrencia entre las actitudes y acciones violentas de los miembros de la comunidad LGBTQ hacia sus propios integrantes. Así se develan, entonces, las diversas instancias en las que la violencia interiorizada – propiciada por las exigencias de la heteronormatividad y homonormatividad – se vuelve ineludible pues, tal como señalan Polit Dueñas y María Helena Ruedas, “[T]he shadow of violence has become an inescapable part of everyday life”. (1) Como evidencia de la imposibilidad de escapar dicha violencia, los cuentos El vampiro de Moca y Mundo cruel esclarecen dos tipos de violencia interiorizada: en el primer cuento será percibida a través del lenguaje o vocabulario del protagonista y, en el segundo, a través de las acciones y pensamientos de los dos personajes protagonistas. Dado al límite de espacio de este trabajo, serán utilizados solamente los ejemplos hallados en los cuentos previamente mencionados; no obstante, cabe mencionar que la colección de cuentos en cuestión posee más relatos e instancias que aluden a la violencia interiorizada entre los miembros de la comunidad LGBTQ puertorriqueña.
El vampiro de Moca trata sobre un hombre homosexual maduro, residente de Santurce, que se infatúa con un joven oriundo del pueblo de Moca – localizado en el centro de la isla – que llega a la capital para tomar un puesto de trabajo en un negocio. El protagonista y narrador, cuyo nombre nunca se conoce, decide ofrecerle al joven un pequeño estudio que está anexado a su propio apartamento, con el fin furtivo de acercarse al joven y comenzar una relación con él. El joven, aunque acepta la oferta, le deja claro al protagonista que no está interesado en la homosexualidad. Mientras tanto, se presenta otro personaje a quien el protagonista llama la Carlos, un homosexual que también es su amigo y que se interesa en el joven que ahora vive en el estudio. Aunque el protagonista le advierte a la Carlos que el joven no tiene interés en los hombres, este opta por ignorar sus advertencias y entabla una amistad con el nuevo inquilino. Eventualmente, el protagonista se percata de que la Carlos y el joven –aquel que alegaba ser heterosexual– están teniendo relaciones sexuales. El cuento finaliza, irónicamente, con el protagonista riéndose de la situación y exaltando la vida de los gays que habitan Santurce. Desde el comienzo del cuento se evidencia la violencia interiorizada a través del lenguaje, cuando el protagonista describe el estudio que desea ofrecerle al joven, “…[H]ace un año que se lo renté a una pareja de lesbianas. Confieso que fue abrupto de mi parte, pues cuando accedí había pasado en esos días la parada gay y me sentía solidario. Error y horror”. (Negrón 34) Con esta cita se plasma el rechazo entre miembros de la comunidad LGBTQ, con la actitud negativa que el protagonista, como hombre homosexual, tiene hacia las lesbianas. Resulta irónico que este personaje, como parte de la comunidad LGBTQ que generalmente promueve la unión e inclusión de todas las orientaciones sexuales, declare abiertamente su aversión a/hacia las lesbianas. Esta cita no sólo pone en cuestión la veracidad de la unión de este grupo marginal, sino que también prueba la existencia de una homonormatividad que reprime y estereotipa los subgrupos de la comunidad LGBTQ. Por otro lado, el joven deseado por los homosexuales del cuento decide aclarar que no es homosexual diciéndole al protagonista que “…respetaba a to’ el mundo, pero no estaba con esa pendejá”. (Negrón 36) El final del cuento comprueba que el joven sí estaba interesado en los hombres, por lo que se podría plantear que referirse de manera despectiva a los homosexuales es otro ejemplo de violencia interiorizada. Con la revelación de su homosexualidad, automáticamente se convierte en otro miembro de la comunidad LGBTQ, víctima –en este caso– de la heteronormatividad que no le permite ser abiertamente homosexual. Además, se puede hallar la violencia entre hombres abiertamente homosexuales, tal como sucede entre el protagonista y la Carlos. Cuando la Carlos visita el estudio y conoce al joven, el protagonista lo narra de la siguiente manera: “[Baja], abre el portón y mirando al nene y mirándome a mí me dice bien partía ella…”. (Negrón 38) El protagonista exalta la femineidad de la Carlos utilizando el término partía que, en la mayoría de las instancias, suele tener connotación peyorativa y humillante para con los homosexuales. El uso del término por parte del protagonista –que durante la mayor parte del cuento da la impresión de ser afeminado– refleja cómo los miembros de la comunidad se valen de las expresiones negativas difundidas por la heteronormatividad y terminan perpetuando la violencia interiorizada. Con estos ejemplos se percibe cómo se da la violencia, a través del lenguaje o vocabulario, hacia los subgrupos de la comunidad (como es el caso de la aversión a las lesbianas), entre los hombres abiertamente homosexuales (tal como sucede entre el protagonista y la Carlos) y por parte de los homosexuales reprimidos (como lo revela el joven deseado). El concepto de slipperiness of violence (2), señalado por Polit Dueñas y María Helena Ruedas, es comprobado a través de la presencia de violencia en estas diversas situaciones, debido a la influencia directa de la represión heteronormativa y/o homonormativa.
Por otro lado, Mundo cruel tiene como protagonistas a José A. y Pachi, dos jóvenes homosexuales adinerados. Ambos tienen estilos de vida ostentosos, además de vivir sumamente preocupados por su imagen y de tener, como prioridad principal, sus salidas nocturnas. El cuento trata sobre cómo estos dos hombres homosexuales se percatan de la inclusión de los homosexuales y el fin de la homofobia en el mundo normativo –debido a las luchas de activistas– e, irónicamente, reaccionan decepcionados e insultados ante ese nuevo mundo inclusivo en donde ya no tienen su espacio, sino que forman parte de la masa humana que les rodea. Con este cuento, Luis Negrón logra problematizar la visibilidad e inclusión del grupo LGBTQ dentro del mundo normativo, exponiendo así las posibles reacciones de aquellos homosexuales que reclaman su espacio exclusivo y representativo dentro de la sociedad heteronormativa. La actitud negativa de los personajes José A. y Pachi, en este caso, será vista como violencia interiorizada representada a través de las acciones y pensamientos de ambos individuos. Como primer ejemplo de esta violencia, se tomarán los pensamientos de Pachi en una reunión extraordinaria convocada en su lugar de trabajo, dirigida por un grupo de activistas homosexuales, cuyo fin es dialogar sobre la homosexualidad dentro del área del trabajo. Pachi se muestra totalmente incómodo ante quienes dan la charla y el propósito de la misma, por lo que piensa de la siguiente manera;
Pachi tragó vidrios cuando vio a los sujetos, pues no se les puede llamar de otra forma. Ya los había visto en la barra en chancletas y con bultos repartiendo condones y papeles para manifestaciones a las que nadie iba. Estaban allí con los pelos tostados y curtidos por el sol que cogían en tanta marcha. (Negrón 98)
Con este pensamiento, Pachi no sólo demuestra la violencia interiorizada que promueve su actitud negativa ante el grupo de activistas, sino que prueba que existen individuos dentro de la comunidad LGBTQ que obvian el trabajo de los sujetos que luchan por la inclusión social y por el respeto hacia la comunidad. Es muy probable que estos activistas formen parte de la comunidad a la que pertenecen Pachi y José A., pero los desacuerdos y rechazos por parte de los protagonistas prueban la influencia de la heteronormatividad que promueve la exclusión permanente del mundo heterosexual. Luego, mientras continúa la charla sobre la homofobia en el trabajo de Pachi, varios de sus compañeros de trabajo deciden declararse abiertamente homosexuales. Aunque algunos le insinúan con la mirada a Pachi que se declare, este decide irse abruptamente de la reunión, pensando lo siguiente, “…pero si algo tenían claro él y su amigo José A. era que la patería no era asunto para promulgarse a los cuatro vientos. Cuando se dio cuenta de que lo estaban mirando, se retiró sin dar excusas”. (Negrón 98) Ambos protagonistas están de acuerdo con que la homosexualidad –o patería– no es un asunto que debe compartirse con los demás, sino con aquellos igual que ellos, en ciertos espacios designados (como las barras gays que visitan en las noches). Así, Pachi y José A. promueven el pensamiento de repudio y exclusión, natural de la hegemonía machista y la heteronormatividad. Más adelante en la historia, mientras los hombres pasean por la ciudad, se ven rodeados de escenas en donde la homosexualidad pasa desapercibida, “…[ ] Pachi miró alarmado y vio a un policía en draga y la gente como si nada. Vio unos chamaquitos cogidos de mano y la gente como si nada. El terror lo embargó”. (Negrón 99) El sentimiento de terror que siente Pachi se debe al reconocimiento de que su mundo, previamente regido por la influencia nociva de la heteronormatividad, ahora entra a una etapa de transición que abre las posibilidades de una sociedad inclusiva. La posibilidad de esta utopía resulta imposible de creer, pues tal como señala David William Foster: “…the complex varieties of homosexual identity are blocked and denied by a social discourse that cannot account for them in its sign system”. (6) Aunque resulte violenta la reacción de Pachi y José A., ambos podrían estar más conscientes de la realidad social en la que viven que aquellos activistas a los que desdeñan, pues reconocen que su comunidad jamás podría ser parte de lo normativo. Independientemente de esto, es evidente que ambos protagonistas demuestran la violencia interiorizada a través de sus pensamientos y acciones, pero sobre todo esclarecen la posible necesidad de esta violencia para mantener un orden social, ya que, según Polit Dueñas y María Helena Ruedas, la violencia “…shapes a social order, at both the individual and collective levels”. (1) Precisamente, en el caso de Mundo cruel, para los protagonistas homosexuales pareciera absolutamente necesaria la violencia proveniente de la heteronormatividad para mantener un orden sobre ellos como individuos y sobre la comunidad LGBTQ. Esto propone, nuevamente, la imposibilidad de que los miembros puedan verse libres de la violencia impulsada por la heteronormatividad, sobre todo cuando dicha violencia se encuentra “interiorizada”, es decir, grabada en la memoria colectiva de la comunidad LGBTQ.
Javier E. Laureano señala que, “…la historia de la sexualidad pocas veces es utópica, mucho más cuando se trabaja una sexualidad oculta y declarada ilegal”. (92) La inexistencia de esta utopía se debe a la presencia constante de la violencia, que surge desde la hegemonía y desemboca sobre los grupos marginales, que a su vez contienen esta violencia y se convierte en la ya denominada violencia interiorizada. La declaración abierta del autor que reclama esta colección de cuentos como una celebración de la mariconería, atestigua que la comunidad LGBTQ en Puerto Rico, sí se resiste aún ante la hegemonía, más se vale de la violencia inapelable para hacerlo. Ya sea a través del lenguaje, acciones o pensamientos, o a través de la imposición de una homonormatividad o la defensa de la heteronormatividad por parte de los miembros de la comunidad LGBTQ, es indiscutible la presencia perenne de la violencia que funge como un mecanismo de defensa y herramienta imprescindible para la cotidianidad de cualquier ente marginal en nuestra sociedad.
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