Postneoliberalismo y el principio del “buen vivir” en el Estado Plurinacional de Bolivia: una revisión crítica desde el feminismo indígena

Reynaldo J. González Figueroa
Departamento de Ciencias Políticas
Facultad de Ciencias Sociales, UPR RP

Resumen

Esta investigación lleva a cabo una revisión de las políticas postneoliberales en Bolivia desde una mirada feminista indígena. Además, señala los distintos obstáculos que ha enfrentado el gobierno boliviano, así como plantea al posteneoliberalismo como fuente de contradicción y fracaso. Como parte de esta revisión, el principio del “buen vivir” es vinculado con el proyecto político del postneoliberalismo, visto como la vía para una sociedad alterna. Ante ello, el feminismo indígena expone una serie de planteamientos cuya dirección teórica se integra al discurso postneoliberal y coloca como fuente de occidentalismo al patriarcado y al colonialismo. 

Palabras claves: Bolivia, postneoliberalismo, feminismo indígena, el buen vivir

 

Abstract

This research performs a review of post-neoliberal policies in Bolivia from an indigenous feminist perspective; it also points out the various obstacles that the Bolivian government has faced, as well as postulates post-neoliberalism as a source of contradiction and failure. As part of this review, the principle of "good living" is linked to the political project of post-neoliberalism, which is seen as the way to an alternative society. Faced with this, indigenous feminism exposes a series of statements which theoretical direction is integrated into the post-neoliberal discourse and places patriarchy and colonialism as a source of Westernism.

Keywords: Bolivia, post neoliberalism, indigenous feminism, good living principle

 

Introducción  

Bolivia fue refundada constitucionalmente en el 2009 y oficialmente constituida en un “Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario”, según lo establece la Constitución Política del Estado en su primer artículo. A partir del año 2006, luego del triunfo del Movimiento al Socialismo (MAS) encabezado por Evo Morales Ayma en los comicios convocados para diciembre de 2005, Bolivia comenzó un periodo de reivindicación cultural mediante la inclusión de epistemologías originarias dentro de sus documentos oficiales, instituciones y políticas públicas, así como mediante la apertura de espacios para la participación política de indígenas dentro de la política nacional. Esta reivindicación cultural incluyó la toma de un principio originario como parte del discurso político del Estado: el suma qamaña, traducido al español como “el buen vivir”. Esto fue acompañado por una agenda socialista con el objetivo de desplazar el neoliberalismo como doctrina económica y como estructura política del Estado. A esta agenda se le denominó como postneoliberalismo.  

El objetivo de esta investigación es llevar a cabo una revisión crítica de la agenda postneoliberal en Bolivia que, como precursora del principio del buen vivir, estableció una serie de legislaciones y políticas públicas sociales y económicas dirigidas a reducir los niveles de desigualdad, a gobernar desde la pluralidad de las culturas nacionales y, sobre todo, dirigida en contra del neoliberalismo. Tomando como marco teórico los conceptos y propuestas gestadas desde el feminismo indígena, esta agenda postneoliberal es también una agenda feminista, y es este vínculo el principal objeto de revisión crítica en esta investigación. Este feminismo, que reconoce al colonialismo como una de las principales fuentes de opresión para la mujer indígena, se alinea con los objetivos del postneoliberalismo como proyecto político que busca el desplazamiento del occidentalismo en Bolivia y traza el camino hacia una nueva sociedad alterna. Esta alteridad está representada por el buen vivir como principio armonioso que busca la complementariedad entre el ser humano y la naturaleza, complementariedad interpretada por las feministas como una propuesta de igualdad de género. 

La metodología de esta investigación está basada en la técnica cualitativa de generar o descubrir alguna teoría a partir de la descripción de eventos y sucesos. Esta técnica, llamada “investigación de teoría fundamentada”, se trata de un diseño de investigación en el cual el investigador propone una teoría o una explicación general sobre algún fenómeno social estudiado, la cual está fundamentada en la recopilación de datos cualitativos sobre los procesos, actores, interacciones e intereses que integran este fenómeno (Strauss & Corbin, 1998). A partir de esta metodología y diseño este trabajo se propone a contestar la siguiente pregunta: ¿De qué forma el postneoliberalismo representa una agenda feminista y cuáles han sido los resultados?

Desde la democracia pactada hasta el triunfo del Movimiento al Socialismo (MAS)

Luego de un intenso capítulo en la historia de Latinoamérica, en la década del 1980 comenzó la transición a la democracia a través de toda la región latinoamericana, proceso que supuso el fin de las dictaduras cívico-militares que desde a mediados de siglo XX habían controlado políticamente la región. La participación de Bolivia en el proceso de transición se concretó con el establecimiento de un nuevo modelo democrático conocido como “democracia pactada”. Desde el año 1985 al 2003, Bolivia implementó medidas centradas en el voto ciudadano que dieron paso a la instauración de cinco gobiernos de coalición entre los principales partidos políticos del país (Lucca & Pinillos, 2016).

El fin de la “democracia pactada” comienza en el 2000, año en el que aumenta la proliferación de protestas sociales en contra de medidas neoliberales en el país, protestas que estuvieron acompañadas por un discurso de reafirmación política de la identidad indígena. En el 2003 la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada supuso el comienzo de un periodo de inestabilidad política definida por el reclamo por parte de los movimientos indígenas de una asamblea constituyente y de la nacionalización de hidrocarburos, así como por el surgimiento de un movimiento nacional que reclamaba mayor autonomía a los departamentos que componen geográficamente la república boliviana (Lucca & Pinillos, 2016).  

En diciembre de 2005 se celebraron las elecciones que ubicaron a Evo Morales en la cima política de la república. Esto significó el triunfo del MAS y de los movimientos indígenas, o al menos aquella era la percepción en aquel entonces. Con la llegada de Morales al poder se estableció a nivel de las instituciones políticas una agenda que pretendía refundar el país en base al reconocimiento de una plurinacionalidad y de la implementación de la cosmovisión indígena a nivel gubernamental (Recasens, 2013).

 Postneoliberalismo y el suma qamaña

A nivel académico, el concepto postneoliberalismo es ambiguo. Algunos autores lo definen teóricamente como un proyecto político utópico, otros lo definen como un proceso de desplazamiento institucional y cultural del neoliberalismo hacia una nueva alternativa, mientras que hay estudiosos en el tema que lo caracterizan como un proceso de reformas mediante el cual se produce un cambio de paradigma político (Ruckert, Macdonald, & Proulx, 2017). En el caso boliviano, el postneoliberalismo impulsado por el MAS se trata de una agenda política institucionalizada con la tendencia de romper con el neoliberalismo a nivel sistémico, que incluye la nacionalización de industrias y recursos del Estado y cambios en el aparato fiscal con el fin de generar ganancias públicas a través de aumentos en las tarifas de exportación. Así también, se han implementado reformas agrarias dirigidas a la redistribución de la tierra y para atender los efectos de la práctica económica de extracción de recursos materiales en la naturaleza y en la geografía de las poblaciones indígenas, cuya dinámica sistémica entre corporaciones multinacionales y el Estado se le conoce como neoextractivismo, así como otras medidas económicas con el fin de redistribuir riquezas y atajar la desigualdad en Bolivia (Ruckert, Macdonald, & Proulx, 2017).  

Este país latinoamericano posee una población mayoritariamente indígena que se subdivide en una gran cantidad de culturas que poseen su idioma y sistema de valores culturales propios. Ante ello, la constitución aprobada dentro del marco político del postneoliberalismo, además de reconocer legalmente la multiplicidad de grupos étnicos en el país y a sus distintos idiomas, incluyó al suma qamaña como un valor constitucional de la sociedad boliviana. Traducido del idioma aymara al español como el “buen vivir”, o “vivir bien”, el suma qamaña es parte de los principios éticos de varios grupos indígenas en Bolivia. En esencia, este valor persigue la idea de una sociedad armoniosa donde haya conexión entre el ser humano y la naturaleza, y donde se destaque la unidad social, la equidad, la dignidad, la libertad y la igualdad de género (Gudynas, 2011).

El buen vivir visto como un principio de complementariedad y de reafirmación indígena, directamente señala al colonialismo y al patriarcado como dos heridas abiertas. Sobre esto, el feminismo decolonial y el feminismo indígena han tenido sus propios argumentos. El primero ha encontrado en el buen vivir la necesidad de una multiculturalidad epistémica que viabilice la salida del patriarcado a través de la adopción filosofías originarias que no solo se ocupan de la desigualdad de género, sino que recalcan el valor precolombino de esta filosofía indígena y su interpretación de lo que debe ser el ser humano y su relación con la naturaleza (Zaragocin, 2017). Por otro lado, el feminismo indígena resalta por medio de un reclamo de representación en los espacios políticos feministas a nivel global, la necesidad de analizar la desigualdad de género como un fenómeno que no solo se alimenta del patriarcado y de la dialéctica entre hombres y mujeres, sino que también se apoya de la dialéctica del colonizador y el colonizado (Vega, 2013; Coro, 2015), asunto que para Bolivia representa una inmediata referencia histórica a los orígenes coloniales de las repúblicas latinoamericanas, y su actual vigencia encarnada en el neocolonialismo.

En ese sentido, el binomio de colonialismo y patriarcado como elementos esenciales del reclamo feminista indígena y decolonial, son dos asuntos que se relacionan de forma directa con el postneoliberalismo en tanto este se presenta como el camino hacia una realidad alterna que rechaza el occidentalismo como producto de la colonización y el neocolonialismo, y mediante la propuesta de armonía e igualdad de género que, entre otras propuestas, el principio del buen vivir expone.  

Género y postneoliberalismo en Bolivia

El feminismo indígena, tanto en sus formulaciones teóricas como en su práctica, lucha en contra del occidentalismo en tanto es visto como el resultado de siglos de imperialismo, colonialismo y explotación humana. Este occidentalismo, cuyo vínculo con el neoliberalismo es inevitable, es además la fuente de la cual emerge la cultura patriarcal y colonial a la que se oponen las mujeres indígenas (Coro, 2015; Villaroel Peña, 2018). De este modo, el heterogéneo y multicultural feminismo indígena figura como escuela de pensamiento alterna que pretende representar y crear nuevas conceptualizaciones sobre la opresión de la mujer desde el seno de las comunidades indígenas (Moore Torres, 2018). Este feminismo figura como alterno y pretende separarse de los feminismos con raíces occidentales y en esa dirección realiza una fuerte crítica a otros feminismos que no toman en consideración la realidad histórica de las comunidades indígenas ni sus condiciones materiales de vida. Su principal crítica a estos feminismos occidentales es que, producto de su propia realidad histórica, no toman en consideración la relación colonial entre estas comunidades sujetas a un marco económico y cultural hegemónico, ni al problema sistémico que se deriva del orden colonial que yace sobre la dominación de los centros sobre las periferias (Hernández Castillo, 2010).  

Las feministas indígenas hacen una clara interpretación de la desigualdad de género como producto de un patriarcado occidental, y a su vez vinculan este patriarcado a otro condicionante mayor: el colonialismo. Estas conexiones son la huella del elemento en común entre el feminismo indígena, el postneoliberalismo del MAS y el principio del buen vivir: el desplazamiento de occidente y la reafirmación de una cultura boliviana multiétnica, de pasado y presente indígena. Primeramente, propio de los conceptos decoloniales adoptados y revisados por el feminismo indígena, se reafirma la ancestralidad indígena precolombina y la conecta con el presente, lo que supone un distanciamiento del occidentalismo y un acercamiento a la cosmovisión originaria (Moore Torres, 2018). Por otro lado, el feminismo decolonial también hace una búsqueda de la cultura originaria por medio de un principio de autodeterminación que procura la autonomía indígena y que apela a una transformación social y a una movilización que sane y descolonice la sociedad patriarcal (Moore Torres, 2018). Ello, atado al postneoliberalismo y al principio del buen vivir, representa también ese desplazamiento del occidentalismo que busca la sociedad boliviana regida por el MAS.

Cuando se vincula el principio del buen vivir con el proyecto postneoliberal, el indigenismo, el feminismo y con el pensamiento decolonial, este principio es visto desde una perspectiva integrista en la que se rechaza la consideración de la cosmovisión indígena como un elemento esencial y estático, y desde la cual se recalca la posibilidad de integrar distintas culturas y nuevos mundos dentro un nuevo modelo alterno de sociedad (Martínez, 2018). Sin embargo, a pesar de su carácter inclusivo, integrista y ecológico, el buen vivir como parte de la agenda postneoliberal del MAS y Evo Morales enfrenta todo un universo de obstáculos internos y externos que han imposibilitado la proliferación de un estilo de vida común como el que se vislumbra en este principio.

Los compromisos de igualdad de género del gobierno postneoliberal del MAS, estuvieron presentes desde inicios del mandato de Morales. Las políticas públicas implementadas tanto en el sector económico como las reformas y programas sociales del Estado boliviano fueron una extensión práctica del discurso político que triunfó. Con ello se dio la posibilidad de atajar la violencia de género, la desigualdad laboral y salarial, así como mejorar las condiciones de vida de las comunidades indígenas. No obstante, la realidad fue otra. Las legislaciones establecidas por el gobierno boliviano a partir del 2009 representan un retroceso para el reconocimiento de derechos políticos y territoriales de los pueblos indígenas, y han continuado ejerciendo la violencia institucional que oprime a estos grupos, y a las mujeres indígenas de Bolivia (Hernández, 2017).  

El postneoliberalismo de Morales no solo tuvo como enemigo al neoliberalismo, sino que su principal obstáculo fue no contar con las estructuras económicas necesarias para independizarse a nivel interno de los intereses económicos de la élite boliviana y las compañías extractivistas (Mejido Costoya, 2011; Wolff, 2016). El régimen postneoliberal del MAS pudiera dividirse en dos periodos: el triunfo y el acercamiento a la élite. Tras la victoria electoral de Evo Morales en diciembre de 2005, Bolivia comenzó un nuevo capítulo en su historia política. Un partido de izquierda socialista encabezado por un indígena había ganado las elecciones, esto luego de un periodo de tensiones de clase, criminalización de la protesta y de resistencia ante las medidas neoliberales que duró todo el primer lustro de la primera década del siglo XXI (Cruz Rodríguez, 2012). Ante tal caso, los partidos políticos tradicionales que gobernaron durante la “democracia pactada” y la fuerza política de élite boliviana se desarticularon. Este desplome de la estructura tradicional del status quo supuso una amenaza directa al neoliberalismo que, como doctrina económica en el país, recibió un duro golpe ante la implementación de nuevas medidas económicas socialistas, como la nacionalización de industrias, la reducción las propiedades agrarias privadas por vía constitucional y la redistribución de tierras y riquezas nacionales (Bottazzi & Rist, 2012; Wolff, 2016). Ante ello, la primera etapa del gobierno de Morales en el periodo entre el año 2006 y el 2009, consistió en la celebración por la victoria política, la implementación del postneoliberalismo y en la pérdida de los controles ejecutivos y legislativos por parte de los partidos de la oposición, lo que supuso la separación entre los intereses de los mayores sectores económicos del país y el Estado (Wolff, 2016).

El segundo periodo, el del acercamiento a la élite, es el más crítico para el postneoliberalismo como proyecto político, para el principio del buen vivir como alternativa social, y para las mujeres indígenas, quienes, representadas por el nuevo gobierno del cambio, de la descolonización y de la despatriarcalización, fueron testigos de una falta de efectividad en la implementación de las políticas económicas y de una torcedura del discurso político de Evo Morales (Vega, 2013). Esta etapa consiste en el retorno de la oposición política y de la élite boliviana tras un acercamiento del Estado a estos sectores como resolución de una nueva crisis: la proliferación presiones económicas ejercidas desde el Departamento de Santa Cruz. Como reflejo de la resistencia neoliberal, esta región, que compone la mayor parte de la industria agrícola de Bolivia y que es liderada por políticos allegados al neoliberalismo, empresarios y organismos de consenso comercial, reclamó a Morales mayores autonomías económicas. Ante estas presiones, Morales cedió y con este giro no solo la élite aseguró espacios y legislaciones, sino que se abrió una profunda herida entre el gobierno y su base indígena.

Esta herida, en representación de una brecha entre el gobierno y las comunidades indígenas, llevó al país a un periodo de desenfoque en el cual el MAS, como partido político al frente del Estado, llevó el postneoliberalismo hasta la contradicción, y con ello, la reversión de derechos y de políticas sociales y económicas dirigidas hacia el principio del buen vivir (Hernández, 2017; Vega, 2013). Con ello, desde una perspectiva feminista, también se llevó a cabo una reversión de los derechos de la mujer indígena y la perpetuación de un occidentalismo que no solo es fuente de neoliberalismo, sino de colonia y patriarcado.

Conclusión

La ruptura entre el liderato del MAS y los movimientos indígenas representó a su vez otra ruptura: la del postneoliberalismo y el buen vivir como principio de igualdad de género. Ante ello, las mujeres indígenas fueron las víctimas de una torcedura en el discurso político del gobierno boliviano, quien en la primera etapa llegó a la cima política de la república a base de un mandato electoral precedido por luchas sociales protagonizadas por los indígenas, pero que en segunda instancia retornó hacia las bases del occidentalismo en Bolivia: el extractivismo, el neocolonialismo y los valores hegemónicos que emanan de estos sistemas económicos y sociales, entre los cuales se destaca la ideología patriarcal y la desigualdad de género.

Algunas feministas, como Rosalva Hernández Castillo, así como otros autores y estudiosos del postneoliberalismo, han señalado a este tipo de modelo político como uno lleno de contradicciones (Hernández, 2017). Muchas de las reformas establecidas por Evo Morales y su gobierno fueron tituladas bajo el nombre de revolución en tanto rompen con el vínculo entre el orden económico neoliberal –el cual figura como la base económica del Estado– y el Estado mismo. Sin embargo, esto es posiblemente uno de los indicios más claros de las contradicciones del proyecto postneoliberal que, en tanto es un proyecto institucionalizado, gubernamental y que ha demostrado ceder ante las presiones e intereses económicos ya históricamente vinculados con el Estado, más que un fenómeno revolucionario, se trata de un conglomerado de reformas que operan para y desde el Estado dirigidas hacia el desarrollo de una sociedad alterna (Ruckert et al., 2017). Comparado con su propio discurso en Bolivia, esto contradice el objetivo del desplazamiento hacia un modelo alternativo de vida por vías de un gobierno radical comprometido con atajar la desigualdad social y al occidentalismo precursor del colonialismo y el patriarcado (Hernández, 2017; Ruckert et al., 2017; Vega, 2013).  

Ante la pregunta que busca indagar de qué forma el postneoliberalismo representa una agenda feminista, a base de lo revisado y estudiado, pudiera decirse que esta relación entre el proyecto político de desplazamiento y la lucha en contra de la desigualdad sistémica de género y la violencia del despojo colonial (Moore Torres, 2018), es precisamente su lucha en contra el occidentalismo. De este modo, los reclamos feministas pueden interpretarse como reclamos postneoliberales, de la misma forma que lo que plantea el postneoliberalismo y el buen vivir como vía social alterna, cuando se trate de género y explotación colonial, pudiera interpretarse igualmente como un planteamiento feminista. Por otro lado, las contradicciones entre el discurso político y la práctica gubernamental como brecha entre el radicalismo revolucionario y los procesos reformistas, sobre todo en el segundo periodo del gobierno de Morales, significó la falta de unas estructuras que imposibilitaron una estrategia económica y social que sustituyera al neoliberalismo. Con ese fallo, el postneoliberalismo y el buen vivir en Bolivia también han fallado como proyecto de cambio y principio de igualdad de género, respectivamente.

 

Referencias

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Posted on December 6, 2020 .