Daniel Rivera Rivera
Programa de Estudios Interdisciplinarios
Facultad de Humanidades, UPR Río Piedras
Recibido: 20/02/2023; Revisado: 19/05/2023; Aceptado: 23/05/2023
Llego a casa y no hay nadie. El subconsciente me sigue fallando. Todavía pienso que Rupert está detrás de la puerta saltando, jadeando y moviendo la cola a la espera de brincarme de alegría sobre las piernas después de un largo día fuera. Me siento estúpido cada vez que lo pienso y lloro por eso. Hoy, a diferencia de otros días, no me importa nada. Ya basta de aparentar. Su pérdida se ha llevado una parte de mí que se me ha hecho imposible recuperar. Cada vez me cuesta más sonreír y me refugio en los silencios largos, pero estoy bien.
El celular está repleto de mensajes de Diego, Andrea, mami y algunos familiares y seres queridos a los que les intereso. Siempre los reviso, pero nunca contesto, no me nace. Siento que a veces se preocupan de más. Yo estoy bien. El que no quiera salir y mis días solo se basen en estudiar, trabajar, llegar a casa a tomar cerveza, fumar, ver televisión, dormir o simplemente hacer nada, no significa que algo ande mal. Si lo estuviera, lo sabría y buscara ayuda.
Todo se siente raro. Hoy el silencio tiene algo que no me agrada. La casa está llena de cosas, pero vacía. El desorden se ha vuelto algo simbólico. Sus cosas siguen en el mismo lugar desde el último día que estuvo aquí. Un día escuché a una persona decir que cuando ves cosas de un ser querido que ya falleció, te das cuenta de lo mucho que lo quisiste y significó para ti. Entre lágrimas digo que es verdad. Doce años son muy cortos cuando se quiere con el corazón. Aquella pelotita de pelo, como le decía yo, era la definición pura de amor verdadero. Su última mirada en el veterinario minutos antes de ponerlo a dormir todavía ronda por mis recuerdos. Me tortura pensar que pude haber hecho más y salvarlo de aquel fatal destino, aunque económicamente era imposible. Pero estoy bien.
Odio estar aquí, pero es donde mejor estoy. Suelto el bulto, las llaves y me quito los zapatos. Me siento en la cocina con unas galletas y un agua que saqué de la nevera porque, aunque no tenga hambre, sé que tengo que comer, pero por más que intento no puedo. Me levanto, agarro un cigarrillo y una cerveza. La cerveza no es suficiente y paso a una botella de vino. El vino tampoco es suficiente y me bombardeo de cualquier cosa que me ayude a borrar cinta hasta el otro día o hasta siempre, no estoy seguro. Los recuerdos y las imágenes llegan como en avalancha y empiezo a llorar. Se ha vuelto normal, tanto así, que se me hace imposible pensar no vivir sin hacerlo. Ahora lo veo muchas veces. La cabeza me da vueltas, pero no me rindo y me aferro en mi intento de olvidar, aunque esto no de resultados. Estoy bien.
Despierto. Es de medianoche, creo. Es difícil ver la hora acostado en el suelo con los ojos húmedos y casi inconsciente. El celular está explotado de más mensajes de preocupación y algunas llamadas perdidas. Con dificultad me levanto y camino a la mesita del pasillo por unas pastillas para el dolor de cabeza. No me acordaba que había un espejo pegado en la pared justo arriba. Después de varias semanas me vuelvo a ver en uno. Miro mi rostro ojeroso y rasco la barba sin afeitar. Cuesta creer que la persona del reflejo soy yo. Me duele intentar darle una sonrisa. Más lágrimas. Agarro las pastillas que están al lado de la orquídea que mi hermana me regaló para mi cumpleaños. Está muerta. Hace tiempo no la cuidaba, ni le echaba agua, ni la ponía al sol. Siento que este momento reflexivo tiene que ver más conmigo que con ella, pero no estoy para entender estas cosas. Vuelvo a la sala y el celular está vibrando. Es mami, debe estar vuelta loca. Después juro que la llamo. Prendo otro cigarrillo, agarro el pato de peluche de Rupert y me acuesto en el sofá pequeño de la sala donde había pasado sus últimas semanas cuando ya no podía caminar. Mami sigue llamando. Se me hace un nudo en la garganta mientras más fuerte abrazo el peluche. ¿Acaso no sabe qué estoy bi...? Bueno, tal vez necesito ayuda o hablar con alguien, pero hoy no.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional.