Dana I. Muñiz Pacheco
Departamento de Sociología y Antropología
Facultad de Ciencias Sociales
Resumen:
La Guánica Centrale fue la mayor productora de azúcar en Puerto Rico durante el siglo XX. Habiendo empleado a cientos de personas del pueblo de Guánica y de sus alrededores, las memorias respecto a los modos de vida permanecen en una población envejecida residente. Las memorias de la cultura del trabajo y las relaciones de producción son presentadas en este trabajo a través de tres entrevistas que relatan las experiencias de trabajadoras y trabajadores. Este ensayo es una aproximación a una investigación más amplia sobre los espacios de trabajo y la participación laboral de la mujer en la Guánica Centrale.
Palabras clave: azúcar, mujeres, Guánica Centrale, Ensenada, memorias
Abstract:
The Guánica Centrale was the main sugar producer in the 20th century in Puerto Rico. In a moment when sugar production was the main economic acivity, the Guanica Centrale was also the main employer of most of the people of Guánica and nearby towns. There are old residents who lived and worked for the sugar mill and preserve memories of the production means, and the lifestyles that developed around the sugar mill. The life experiences and the roles in the work associated with the sugar production of the Guanica Centrale are presented here through the memories of three persons who worked in Guanica between 1930-1940. This essay is a short version of my research that develops on the women participation in the working force of the Guanica Centrale.
Keywords: sugar, women-Guanica Centrale, Ensenada, women labour
Introducción
La Guánica Centrale fue la mayor productora de azúcar de principios del siglo XX en Puerto Rico. (García, H. 2010; Pabón y Regis 1997; Ramos, M. 1999) Su aura de influencia económica alcanzó tanto el pueblo de Guánica como otras municipalidades limítrofes, siendo fuente de empleo para muchas personas. Un número considerable de estos empleos estaban directa o indirectamente vinculados a la corporación azucarera. Esto supone que miles de personas participaban del proceso de producción del azúcar en Guánica durante diferentes fases de producción y refinamiento del azúcar así como de circulación del capital. Muchos de los trabajadores y trabajadoras de esta industria todavía viven y conservan las memorias de los modos de vida de ese momento. El objetivo de este ensayo es presentar un avance de investigación sobre la cultura del trabajo y los modos de vida en torno a la central en Guánica.
Muchos trabajos de investigación han hecho aproximaciones al estudio macroeconómico de la producción del azúcar. (Ramos, A. 1987, 1988a, 1988b, Quintero 1970, 1982; Acosta 1995; Cabrera 2010; García, 2010; González y Quintero 1984; Mintz 1988; Reichard 2009; González 2004) No obstante, el estudio de las relaciones sociales dentro del complejo de la economía azucarera no ha sido extenso a un nivel micro histórico, aparte del caso de Ponce, con la Hacienda y posterior central Mercedita, que se ha estudiado ampliamente en términos de las relaciones de la familia Serrallés y sus ancestros por Andrés Ramos Mattei (1988). Cabe también mencionar el extenso trabajo de Ivonne Acosta Lespier sobre la Hacienda Mano Manca y la decadencia de la industria azucarera en el Valle del Turabo, como se titula su texto. Otros estudios de caso, como los de Andrés Ramos Mattei (1907, 1988a, 1988b) Francisco Scarano (1990) y Lizzette Cabrera (2010), por mencionar algunos, se han enfocado en las relaciones de producción del azúcar vinculados al sistema económico insular y a la política norteamericana de principios de siglo. Sin embargo, aquellos que tratan el tema de los trabajadores, no se enfocan específicamente en los intercambios sociales cotidianos o simplemente no trascienden los momentos de las luchas sindicales y las huelgas. (García, G. y Quintero 1982; Silvestrini 1979; Ramos, A. 1984; Toledo 2000a y 2000b) Más aún, no se ha encontrado un texto que recoja las dinámicas del trabajo a nivel micro de la producción cañera y de refinamiento del azúcar desde la perspectiva de las mujeres como parte de la fuerza laboral.
La participación masculina y la mención de categorías amplias de oficios (tales como jornaleros, técnicos, choferes) en las luchas sindicales y en los movimientos obreros ha sido ampliamente documentada en la historia del movimiento obrero azucarero. (García, G. y Quintero 1982; Silvestrini 1979; Ramos, A. 1988a) No obstante, la participación femenina dentro de la industria azucarera y las actividades realizadas por las mujeres en los márgenes de la producción formal del azúcar no ha sido igualmente estudiada, por lo que nos interesa resaltar sus memorias en torno al trabajo. Dentro de la industria del tabaco sí se conoce sobre mujeres que trabajaban como despalilladoras así como en la producción artesanal del café. (Picó, 1986) Por otra parte, sobre la participación laboral de las mujeres como fuerza de trabajo en la industria de la aguja ha sido ampliamente documentada por autoras como Lydia Milagros González, Blanca Silvestrini, Yamila Azize, Luisa Hernández Angueira, entre otras. La extensa división de las labores dentro de la producción de azúcar conduce al planteamiento de que es probable que mujeres trabajaran o estuvieran insertadas en alguna fase de la producción. Personas que trabajaron en la Guánica Centrale, han mencionado que aunque eran menos comunes, sí hubo mujeres que llegaron a estar en los campos de caña.[1]
Figura #1: Vista aérea del sector Ensenada en Guánica, circa, 1930.
Las vivencias y las memorias de los hombres dentro de la experiencia azucarera ha sido documentada y representada, principalmente a través de dos clásicos: Taso: trabajador de la caña de Sidney Mintz (1974) y, The People of Puerto Rico de Julian Steward (1956). Ambos parte de la oleada de interés de la antropología estadounidense sobre la vida campesina en Puerto Rico en las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, no se ha encontrado escrito alguno que relate la experiencia de la cotidianidad en la central Guánica desde las vivencias de los y las trabajadoras desde distintos aspectos de la producción. El libro La muerte de un gigante, de María Esther Ramos relata su testimonio de vida dentro del poblado de Ensenada, pero obvia lo respectivo al trabajo y las relaciones sociales de producción que se configuraban a partir de la economía azucarera. Estas vivencias, y la ausencia de documentación sobre ellas, cobran importancia al momento de crear y analizar un retrato de la cultura del trabajo que existía en torno a la Guánica Centrale.
Cultura del trabajo en Ensenada
La mayoría de los oficios en las primeras décadas del siglo XX en Guánica estaban relacionados con la producción del azúcar. Un factor importante que influenciaba la división social de los trabajadores era la geografía del poblado de Ensenada. La ordenación urbana de los espacios respecto a la central y en relación con otros barrios del pueblo de Guánica, creaba un aislamiento del resto del pueblo. (Pabón y Regis 1997) Esta separación, a su vez, estaba fundamentado en la independencia económica que proveía la central a Ensenada. El company town, al igual que en estados como Luisiana en los Estados Unidos, contaba con servicios de bienestar social, tales como escuela elemental e intermedia, un hospital, una tienda por departamentos, clubes y un cine.[2] En Ensenada había un alto estándar de desarrollo en las artes a diferencia de los alrededores del pueblo de Guánica. Existían clubes de artesanos para personas del pueblo, así como clubes de baile en los que tocaban orquestas y a los que se tenía acceso según el empleo que se tenía que era el criterio de membresía. En la entrevista realizada a Francisco[3] relató: “Los mejores bailes eran en Ensenada. Venían bandas desde Ponce y allí bailábamos hasta tardísimo”. Rosario[4] lo confirmó: “Había casi siempre dos bailes en el año, pero el grande era cuando se terminaba la zafra, de que había sido un éxito”. Esto, refleja la intensa actividad cultural y económica, que involucraba a una gran cantidad de personas directa e indirectamente asociados a la central.
La organización espacial de las viviendas y las distintas facilidades del poblado de Ensenada eran distintivas de la clase social a la que pertenecían los trabajadores. Arleen Pabón Charneco y Eduardo Regis (1997) documentaron ampliamente cómo la arquitectura del pueblo de Guánica y de Ensenada era parte de la estratificación social que se creó con respecto a la central. En Ensenada, había tres tipos principales de vivienda que estaban directamente asociadas a las clases sociales. Las casas blancas de concreto, ubicadas en la Calle Brandon, eran propiedad de los dueños estadounidenses (Figura #2). En su mayoría tenían amplios balcones y ventanales a ambos lados de las paredes. Los norteamericanos que vivían allí usualmente lo hacían por temporadas y las casas las mantenían empleadas (mujeres) domésticas. Las casas blancas y verdes eran de puertorriqueños que tenían puestos administrativos dentro de la central. Eran casas también de concreto y aunque la estructura era blanca, tenían el alero verde monte. “Era como una cintita que decía que tú eras de los manda más” contestó Vicente a la pregunta de si las diferencias en los colores de la vivienda eran significativas.
Figura #2: Casa blanca, construidas y habitadas por la gerencia, por lo general, estadounidense, de la Guánica Centrale. Carreta PR#116 en dirección oeste hacia Lajas.
Finalmente, las casitas amarillas que formaban el Poblado Limón de Ensenada eran las más numerosas pues albergaban a la mayoría de los trabajadores, según se observó en ambos censos de 1920 y 1940 (Figura #3). Eran estructuras de madera y el diseño original era de una sola habitación con un balcón frontal y ventanas a ambos lados de la residencia. (Pabón y Regis, 1997) Las casas estaban alineadas en calles en forma de cuadrícula y compartían patios traseros. “Los balcones eran como la extensión de la calle. Allí era que las mujeres se sentaban a coser y bordar mientras velaban a los muchachos en la calle”, relató Rosario. Este diseño urbano fue similar en casi todas las centrales que se establecieron en Puerto Rico traídas por la administración norteamericana a principios del siglo XX. (González 2004; Pabón y Regis 1997; García Muñiz 2010) La entrevista de Rosario comenzó a entrelazar la relación entre las estructuras arquitectónicas y la participación femenina laboral cuando asocia los balcones con la costura, que se vio más ampliamente concentrada en barrios como Susúa Baja y la Montalva en el censo de 1920.
Figura #3: Casa color amarillo, construidas y habitadas por los trabajadores no agrícola de la Guánica Centrale. Poblado Ensenada, Guánica.
Siguiendo este mismo patrón, la distancia de la vivienda en que se ubicaban los trabajadores y trabajadoras respecto a la central tenía una relación recíproca con el empleo que desempeñaban. Por medio del análisis del censo en el que se relacionó la frecuencia de los oficios o empleos con el lugar de vivienda de los trabajadores, se pudo observar que había una relación entre ambos. Por ejemplo, los jornaleros y braceros vivían en los barrios más distantes de Ensenada como Susúa Baja, mientras que empleos como choferes de carretas y camiones que transportaban la caña, se iban acercando a la carretera 116 o a las vías del tren. Los técnicos, médicos, enfermeras, ingenieros, comerciantes y otros jornaleros especializados en el procesamiento de la caña vivían en el casco urbano de Guánica, en lo que se empezó a formar la Barriada Esperanza, a los márgenes de la calle 25 de Julio, calle principal que va desde la carretera PR-116 hasta el malecón y bahía de Guánica. El fenómeno se presenta espacialmente de la siguiente manera. Las personas con los oficios más especializados y asociados al empleo asalariado en la central se ubicaban dentro de Ensenada, en el Poblado Limón y en casas construidas cercanas a estos dos poblados. Otras personas con oficios y actividades relacionados con el comercio, se concentraron en su mayoría, en el casco urbano de Guánica. Por otro lado, aquellas personas cuyos oficios se desprendían de los empleos relacionados con la actividad agrícola de labrado, cultivo y cosecha de la caña de azúcar, o que estuvieron asociados indirectamente a la producción azucarera, se agruparon en vecindades localizadas en los barrios más alejados del casco urbano de Guánica. Estas áreas distaban también de la central en Ensenada. Esta organización espacial de la vivienda también sugiere una ordenación de clases sociales y acceso a los servicios.
Figura #4: Vista panorámica del poblado Ensenada, Guánica. En el primer plano se aprecia el alineamiento en bloque de las pequeñas casas de los trabajadores de la Centrale.
La presencia de oficios como pintores de casas, una gran cantidad de choferes de carros privados, un cinematógrafo, y un alto número de secretarias y modistas tan temprano como en 1920, refleja que la dinámica de circulación de capital en Ensenada y Guánica era efervescente. Esto también ofrece una perspectiva de que los oficios y empleos de las personas, giraban en su mayoría alrededor de las necesidades y exigencias de la central azucarera y las gentes que vivían y se empleaban allí. La central se perfila entonces como eje económico, no solamente como empleadora pero también como centro de confluencia de capital económico y humano.
En las entrevistas de Rosario, Vicente y Francisco coinciden en que “en Ensenada había de todo”. Esto hace referencia principalmente a los servicios de asistencia social que se ofrecían, como el hospital y las escuelas. En la entrevista a Francisco, relató cuán activa era la vida social alrededor de la central y cómo las relaciones de la cultura del trabajo se desarrollaban dentro de los espacios de producción:
“La central tenía un equipo de béisbol. Entonces estaban los hijos de mucha gente que eran administradores y estábamos nosotros…que éramos hijos de otros trabajadores, que digo yo, que no estaban en oficinas. Porque mi viejo era electricista y se encargaba de unas máquinas y centrífugas, pero ser hijo de, cómo decir, de gente que estaba en el segundo piso pues era otra cosa. Pero allí [en el parque] no importaba al final porque jugábamos todos juntos, y íbamos [sic] a jugar contra el equipo de pequeñas [ligas] de Aguirre y allá siempre les dábamos una pela. A mí me gustaba ser hijo de mi papá porque los [padres] de nosotros se montaban en la guagua que nos llevaba, los otros se iban en un carro aparte y no la pasaban tan bien.”
En el relato se refleja cómo la impresión de las relaciones estaba diferenciada incluso fuera de los espacios de trabajo. Se matizaban las relaciones interpersonales según la estructura social que fijaba su empleo en de la central. Francisco recordaba con alegría aquellos espacios en que las diferenciaciones sociales no eran determinantes de las oportunidades de compartir como en el caso de los juegos de pelota, aunque el elemento de clase social no está del todo ausente.
En el caso de acceso a los espacios dentro del poblado de Ensenada había también grandes diferenciaciones. En la entrevista a Vicente, relató cómo unas personas podían transitar por determinadas calles y cómo era regulado el acceso y seguridad en el poblado:
“En la calle principal pues la central tenía dos guardias de palito [sic] entonces lo malo es que eran gente como nosotros, ¿me entiendes?, podían ser los compadres de uno, pero entonces ellos eran los que tenían instrucciones de dejar entrar o salir gente a pies. Y era un lío porque si te ponías problemático [en el trabajo en la central] a veces ni te decían nada pero después al otro día pues no te dejaban pasar pal trabajo y allí venían y pagaban quienes estuvieran en el turno de policías, que era gente trabajadora y que no tenían la culpa y hasta peleas se formaban. Entonces también uno tampoco podía caminar por cualquier calle, era meterse por allí derechito al trabajo. Que a veces los viernes o cuando cobrábamos nos íbamos a dar un palo pero cogíamos la calle detrás de la central pa’ llegar a la plaza, y desde allí nos sentábamos en el banquito más de la esquina para ver pasar a las americanitas por la calle Brandon, que aquello era como un desfile, porque eran bien blanquitas y bien bonitas…que mira que aquella ropa les debía de dar calor pero se ponían unos trajes que tú olvídate, entonces nosotros nos sentábamos de muchachitos a verlas pasar. Y después aunque estábamos casados las mirábamos también, pero nada más porque era que si nos cogían en la calle Brandon nos corrían los guardias esos, que era que tenían que hacerlo porque si no los botaban. Entonces a veces que yo quería comprarle a mi esposa un trajecito como aquellos […].”
El pasaje recoge aspectos de la vida cotidiana y cómo entre los trabajadores había unas claras nociones de diferenciación social y cuán problemáticas podían llegar a ser las relaciones entre los empleados de la central. Las rutas de acceso que utilizaban los trabajadores para dirigirse a las actividades económicas y sociales alrededor de la central también reflejan la ordenación del espacio que la central tenía controlado. Como argumenta Silvestrini (1979), estos enfrentamientos entre trabajadores de distintas áreas pudieron haber tenido una gran influencia en la división y desarticulación de movimientos obreros.
El censo de 1920 registra mujeres dentro de la fuerza laboral en diferentes escenarios. Hay algunas empleadas como costureras en su hogar, secretarias y mecanógrafas en la central, telefonistas en distintas partes del pueblo, empleadas domésticas en casas, enfermeras, maestras y una amplia variedad de otros empleos y oficios, que como expresó clara y contundentemente Rosario: “Las mujeres hacían de todo”. Aún dentro de este amplio espectro de ocupaciones y empleos remunerado dentro y fuera de sus hogares, las tres entrevistadas hicieron hincapié en cómo los espacios de ganar un salario se trascendía el concepto del “oficio especializado”. Luisa mencionó:
“Rosario hacía guantes con Elisa por las noches, pero de día cuidaba a los hijos de Valén e iba a la escuela. Yo me acuerdo de Belén cosiendo uniformes para la escuela y planchando ropa para otras personas en el Fuig. A veces se la traían para que la lavara y la planchara después, tú sabes, no era la que ella cosía que la planchaba…es que como tú los estás poniendo así por tareas, pues eran muchas las tareas de una sola.”
La multiplicidad de oficios y ocupaciones es una constante en las memorias de las tres entrevistadas, lo que enriquece la perspectiva de mujeres que participaban de distintas formas en la economía y no necesariamente estaban restringidas al espacio doméstico. En cuanto a esto, Rosario abundó:
R - Mi mamá era telefonista. Ella trabajaba para la casa de los dueños españoles de la [Igualdad] María Antonia. Primero era empleada doméstica y allí mismo aprendió a leer y escribir, y aquello era un lujo en aquellas décadas [1910-1920] así que la ponían también a coger mensajes y pasárselos al mayordomo, que se los daba al dueño de la casa. Ella bordaba, y de ella fue que aprendí, cosía, tenía una tierra donde sembraba y de allí era que comíamos los siete hermanos. Porque mi papá no, él se iba y la dejaba embarazada y cuando volvía ya mamá o había dado a luz o había nacido y lo habían enterrado…
DM - O sea, ¿que la fuente principal de ingreso en el hogar era tu mamá?
R - Sí, ella hacía diferentes cosas. Teníamos cosas sembradas en el patio, ella trabajaba en la casa de la Hacienda [Igualdad] cuando la mandaban a buscar y el resto con costura y bordado.
La insistencia en la variedad de ocupaciones de las mujeres estuvo también presente en los relatos de Vicente y Francisco. Su perspectiva externa sobre las ocupaciones de las mujeres resulta interesante porque aunque sí reconocen que había mujeres con más de un empleo supliendo servicios en distintas áreas ninguno consideró que eran parte de la cultura del trabajo de la central.
Conclusión
La cultura del trabajo que se generó alrededor de la central fue efervescente e involucraba a todos los sectores de producción. Los empleos directos que generaba la central estaban asociados a la producción cañera y del azúcar. No obstante, alrededor de esta circulación de capital gravitaban otras actividades económicas tales como comercio, costura, empleos domésticos, actividad turística y una amplia gama de actividades culturales como cine, fotografía, clubes de baile, entre muchas otras cosas. Las mujeres aparecieron desempeñando distintos empleos y oficios tanto en el censo como en las memorias de los y las entrevistadas. Los relatos de Rosario y Vicente permitieron profundizar en los hallazgos del censo. La participación laboral femenina se presenta en una multiplicidad de espacios, tanto domésticos como públicos desempeñando tareas diversas. El relato de Luisa reafirma que las tareas de una mujer podían ser más variadas que las de un hombre, y Rosario expresó que podía ser tanto así que muchas mujeres eran “proveedoras del ingreso” en sus hogares.
Por otra parte, los intercambios sociales entre mujeres y hombres eran cotidianos en la medida en que compartían escenarios de trabajo en común como la propia central, comercios, escuelas, la farmacia, las tiendas, entre muchos otros. La identificación de oficios femeninos como parte de la investigación más amplia, permitió ubicar a las mujeres dentro de sus contextos de trabajo, sobre los que elaboraron en las entrevistas. Éstas, por tener un carácter longitudinal permitieron que las y los entrevistados profundizaran en sus memorias y reflexionando sobre sus propios comentarios. Aún falta mucho por explorar dentro de las categorías propias del trabajo, de los oficios y de cómo la organización de la geografía urbana impactó la vida de los trabajadores y trabajadoras. Este artículo es solo una aproximación a los hallazgos generales de una investigación más amplia, que reconoce que las historias de las centrales tienen mucho potencial aún y que su estudio como ejes económicos y culturales apenas se ha explotado. Esta perspectiva permitiría ver modos de vida en una escala pequeña dando pie a la comprensión de otros tantos modos de vida alrededor de múltiples ejes de producción.
Notas
[1] Esto se desprende de los primeros acercamientos de las entrevistas a informantes que expresaron interés en compartir sus memorias.
[2] Los detalles sobre los servicios que se ofrecían en Ensenada han sido obtenidos a través de tres Fuentes: García, H. 2010; Pabón y Regis 1997 y la fuente primaria: el censo de población. Este ha provisto distintos datos sobre mercados, tiendas, kioskos, talleres de trabajo, entre otros detalles; pero sobre los que no se abundará en este trabajo por razones de limitación de tiempo y espacio así como para mantener un enfoque en el problema de investigación principal, que vienen a ser los oficios.
[3] Nombre ficticio. Para la lista completa de los nombres y la referencia con la entrevista, refiérase a la Lista de Abreviaturas al final del trabajo.
[4] Nombre ficticio
Fuentes Documentales:
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Revista [IN]Genios, Volumen 1, Número 1 (septiembre, 2014).
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