Cinco dedos menos

Coralys Agosto Rivera
Programa en Estudios Interdisciplinarios 
Facultad de Humanidades, UPR RP 

Recibido: 15/02/2024; Revisado: 21/05/2024; Aceptado: 28/05/2024

El día que mi abuela perdió los cinco dedos de su pie izquierdo, estaba haciendo lo mismo que todos los días: limpiando, cocinando, cuidando, siendo más por otros que por ella. Lo usual. Abuela siempre ha sido católica, o como ella lo dice, “una mujer de fe”. Iglesia todos los domingos, comunión todas las semanas, rosario al despertar y al acostarse, confesión todos los meses, y así sucesivamente. Mi abuela siempre me ha dicho que nunca ha dudado de la existencia de Dios, porque ella lo siente, le habla y dice que lo escucha. Siempre que le pregunte, su respuesta será la misma.   

El día que mi abuela perdió los cinco dedos de su pie izquierdo, iba cortando el pasto. Mi abuelo le advirtió varias veces que no lo hiciera, pero ella no toma instrucciones de nadie, y “Si nadie me ayuda, lo hago yo”, y así fue. La máquina de cortar el pasto esperaba en el patio que alguien la encendiera, le diera uso. La grama había subido bastante. El barrio estaba tranquilo, las nubes en la misma forma, pájaros volando cada cierto tiempo, y mi abuela en camino a resolver. Encendió la máquina. Comenzó a pasarla. Quisiera saber cuáles eran sus pensamientos aquel día. Probablemente los mismos de siempre, aunque esos tampoco me los sé. Me la imagino sudando, fajándose para que su patio se viera bonito, para que los vecinos no dijeran nada, para sentirse útil. Terminó de cortar el pasto. Colocó la máquina en la misma esquina de siempre. La apagó. O eso creyó.   

Fue justo en ese momento que su pie quedó atrapado en las navajas de la máquina. Cinco dedos se fueron. La ambulancia llegó, se la llevó. Y mi abuela, con cinco dedos menos, con su pie lleno de sangre, con un dolor infernal, empezó a cantar himnos de iglesia. “Hay que internarla en psiquiatría”, decían. “Yo no estoy loca”, contestaba.   

Abuela siguió orando. Creyendo. Cuando abuelo enfermó, cuando mi bisabuela cayó, cuando vino un huracán, cuando le quitaron la vesícula. Iglesia todos los domingos, comunión todas las semanas, rosario al despertar y al acostarse, confesión todos los meses, y así sucesivamente. Mi abuela sigue diciendo que Dios la escucha. Yo a veces pienso que ella podría aconsejarlo.  

Los años que han pasado desde ese instante no sabría contarlos. Ni siquiera yo había nacido. Mi abuela ya tiene 78 años. Mi abuelo murió. Mi bisabuela también. Mi madre y mis tíos se fueron de la casa. En la casa de cuatro cuartos, solo uno queda en uso. Ya no hay más personas. Ahora solo queda mi abuela.   

Mi abuela y la máquina de cortar el pasto.    


Posted on May 30, 2024 .