Lorence Morell Vega
Departamento de Sociología y Antropología (Antropología)
Facultad de Ciencias Sociales
Resumen:
Este trabajo forma parte de una revisión bibliográfica acerca de la pelea de gallos como práctica cultural y como deporte. Esta es una práctica de varios cientos de años, muy activa hoy en distintos lugares del mundo, incluyendo en Puerto Rico. Su procedencia comprende desde el suroeste asiático, moviéndose en dirección del Norte de África y la Europa del Mediterráneo donde eventualmente, se transformó en un deporte de apuestas. La pelea de gallos aparece en América como parte del proceso de colonización, particularmente, hispánico, lugares donde hoy se conserva esta tradición. En Puerto Rico, la práctica de la pelea de gallos enfrenta y ha resistido varias dificultades como, por ejemplo, su prohibición por parte de las autoridades estadounidenses en la Isla a principios del siglo XX. Hoy la práctica constituye una cultura económica legítima afirmada como un deporte y a la que se le confiere una significativa importancia representación como un valor asociado a la identidad nacional.
Palabras clave: Pelea de gallos; deporte de apuesta; práctica cultural; identidad nacional; masculinidad
Abstract:
The present article constitutes a library research summary on cockfighting as a cultural practice and as known bidding sport. This practice dates back several hundred years, and even today it is still very much present in different parts of the world, including Puerto Rico. Originating in southwest Asia, it made its way into North African and southern Europe, where eventually it became known as a bidding practice, game and even sport. Cockfighting became fairly common in different parts of today’s Latin America, particularly in the Spanish speaking Americas where it is considered a common cultural tradition. In Puerto Rico, cockfighting transcended many difficulties, like when the US authorities imposed early in the 20th Century its prohibition. Afterwards, emerging as a lucrative sport, an arena of competing masculinities and as symbolic reaffirmation of national pride and identity.
Keywords: cockfighting; bidding sport; cultural practice; national identity; masculinity
Introducción
En Puerto Rico, la pelea de gallos es una de las tradiciones culturales más longevas desde su inserción en el siglo XVIII, (López Cantos, 1990: 240-255) y una cuya práctica es mejor conocida en la Isla. Para muchos es un deporte, para otros una tradición folclórica y otros lo consideran un maltrato hacia el animal. Sin embargo, dicha tradición, según Juan Llanes (2014: 4-8), recauda enormes cantidades de dinero al momento de realizarse dichos enfrentamientos. El gallo, desde su nacimiento, recibe múltiples atenciones por parte de su dueño, muy parecido al cuidado dado un animal doméstico o mascota. Empero, estos animales, aunque apreciados, no son mascotas. Forman parte de una cultura económica y poseen una importante valorización como intercambio o bien como mercancía. El examen bibliográfico también sugiere que este animal es principalmente uno descrito y considerado como un símbolo de masculinidad. Representando, por ejemplo, el duelo entre caballeros cuyo fin es demostrar su capacidad para el cuidado del animal y recibir a cambio honor y prestigio ante los espectadores de la batalla.
Desde principios del siglo XX, han surgido varias polémicas en cuanto a esta práctica, principalmente influenciada por la jurisdicción estadounidense que define esta práctica en términos negativos, claramente estableciendo una prohibición sobre la pelea de gallos. Este mecanismo legal no impidió que se realizaran de manera ilegal o clandestina. En parte, porque éstas eran y siguen siendo lucrativas y, por otro lado, porque la acción policíaca para detenerlas fue muy limitada. (2014: 7) Es importante añadir que, para muchos puertorriqueños, mantener viva esta tradición, significa mantener viva una identidad nacional que representa a un grupo extenso de personas, por lo que prohibir esta práctica, significa condenar parte de la expresión cultural de una comunidad específica.
El objetivo principal de este ensayo es presentar una discusión basada en el estudio bibliográfico, revisión de literatura y notas preliminares divididos en cuatro secciones y una conclusión, cuyo fin es arrojar un entendido sobre los orígenes generales de la pela de gallos y su presencia en Puerto Rico, que permita sentar las bases para una futura problematización etnohistórica y etnográfica sobre la cultura económica de la gallística y los valores, códigos y normativas de esta práctica identitaria.
Mi gallo viene desde Oriente, luego llega a Europa…
Especialistas en varias disciplinas sugieren que la pelea de gallos es una práctica que puede alcanzar los 3,000 años a partir del presente. Se conoce que, con toda probabilidad, fueron los fenicios quienes llevaron la práctica por tierras del litoral costero del Mediterráneo oriental, y el norte de África y, eventualmente, a la Península Ibérica, en tierras de la hoy Málaga. Aunque en el mundo cultural romano será el momento en que la tradición occidental considera esta práctica como un deporte, lo cierto es que ya recibía igual consideración hace cerca de 2,500 años antes del presente en otros lugares como la antigua Persépolis, las antiguas civilizaciones en el Valle del Hindi en la India y en China. (Díaz Arvelo, 1989: 11-16) El examen bibliográfico ubica el origen de la pelea de gallos en el sureste asiático, (Dundes, 1994: 6-9) posiblemente asociado con la domesticación del antepasado silvestre del pollo y la gallina (eje. faisán salvaje). Pueblos del noroeste de Asia comenzaron por adoptar esta práctica, puesto que estos animales peleaban con furia y gracia en el momento en que reclamaban su hembra y su territorio, lo que llevó a la formación de una nueva costumbre. Según la idea de Huyke, “el gallo pelea por instinto, si no existiera el deporte que conocemos como pelea de gallos, el gallo siempre pelearía con sus congéneres.” (1991: 267) Las comunidades centroasiáticas indoiraní conocen las peleas de gallos por medio de comunidades establecidas en los Himalaya y hacia el oeste en el Hindi Kush afgano. Es desde estas tierras que se conoce su dispersión cultural, así como la observación adjudicada al gallo como un animal noble y venerable. Desde pueblos indoafganos, como los hazaras, hasta los antiguos hititas sirios coinciden en ofrecer una mirada al gallo con ojos de adoración. Atributo compartido también por los griegos y romanos quienes utilizaron la figura del gallo como símbolo de representación a sus dioses. Otras culturas en el Levante y el Cáucaso utilizaron al gallo como figura y símbolo de sacrificio. Parte de estos sacrificios constaban en realizar peleas de gallos en templos sagrados y aquel gallo que perdía la batalla era al que se ofrecía a los dioses (Llanes, 2014: 3-4).
La bibliografía estudiada sugiere que la historia del trato a esta práctica como un deporte comienza con celebraciones coordinadas con motivo de honrar a un dios o una figura sagrada en las que se exaltaba la competencia entre los contendientes, inclusive, el juego o apuesta. (Huyke Colón, 1991: 8-12; 230-238) Con el tiempo tal práctica ha sido secularizada y comienza a ejercerse con diferentes propósitos, en su mayoría buscan poder entretener a una comunidad en específico. Según Llanes (2014: 6-8), durante el siglo I de la era común, Julio Cesar permitía que las peleas de gallos se dieran para el entretenimiento de los romanos. La pelea de gallos en Asia occidental, como ya mencionamos, logró una dispersión muy significativa a lo largo de la cuenca del Mediterráneo, caracterizada por variaciones en los medios y escenificaciones de la contienda, así como en el uso de otros tipos de aves de crianza.
Con la caída del Imperio Romano, la pelea de gallos en Europa se extiende lejos de las antiguas fronteras mediterráneas, por los territorios germánicos de Alemania y Austria, así como el norte de Italia y Suiza hasta Francia y las islas británicas. La práctica ya era una muy conocida en Portugal y España. (Díaz Arvelo, 1989). Del mismo modo, la pelea de gallos alcanzó mucha aceptación en Francia, donde llegó a considerarse como símbolo emblemático (Llanes, 2014), y en Inglaterra también fue incorporado a los sellos y escudos de familias como los Tudor. Inclusive el clero británico católico fomentó su práctica en escuelas religiosas altamente especializadas, donde se enseñó el oficio del cuidado y crianza del animal, así como de su selección reproductiva. Siendo así, una actividad muy popular para mediados del siglo XVI antes de la Reforma. (2014) Empero luego de la Reforma Protestante la práctica será una duramente prohibida en Gran Bretaña, así como en Holanda debido al vínculo de ésta con católicos; razón que explica en parte, la relativa ausencia de la pelea de gallos como práctica y tradición en los territorios coloniales británicos como holandeses en América, y en el Caribe en particular. (Dundes, 1994: 17-23) Éste no será el caso de la experiencia hispánica.
Este gallo canta desde España, Latinoamérica y el Caribe…
A lo largo del siglo XVI los ibéricos trajeron consigo muchas de sus costumbres a las tierras americanas de su asiento y colonización. Con los ingenios y la formación de las primeras estancias agrícolas se incorporaron no tan sólo las prácticas y técnicas agrícolas, en su mayoría castellanas, originalmente prácticas del sur andaluz, así como en las colonias de las Islas Canarias. (Béthencourt Massieu, 1982: 480-485; Viña Brito, 2006) La modalidad del ingenio necesitó, como en Andalucía y las Canarias, de algún tipo de entretenimiento que permitiera la recreación y el ocio luego de las labores del día. Entre estas actividades de entretenimiento, estaban las corridas de toros y los gallos. La corrida de toros se desarrolló en las colonias de Tierra Firme como parte de una extensa cultura económica basada en el rancho como estancia, la tenencia de ranchos, vaquerías y la crianza en general taurina. Esta no fue la experiencia en el Caribe hispánico. El propio Fray Íñigo Abbad y Lasierra (2002: 445-452) nos describe en sus viajes por la isla en la década de 1770, sobre la existencia de una significativa cantidad de animales como toros y cerdos “salvajes” en las tierras de la isla de Puerto Rico. No existía una economía basada en la crianza de estos animales, y con ello, no se desarrolló la práctica cultural de la corrida de toros. Dundes (1994: 25-26), añade que, la pobreza de estas colonias impedía la domesticación y mantenimiento de los toros y costear la importación de las crianzas entonces conocidas cuyo uso era considerado como el más apropiado en la corrida. Esto sin añadir el costo de construcción y edificación de estructuras especiales y específicas para que se pudieran realizar estas corridas. Por tanto, las corridas de toros se mantuvieron en países donde los grandes hacendados costeaban estas prácticas.
La pelea de gallos en el Nuevo Mundo comienza un proceso de secularización, alejándose primero, de las antiguas actividades religiosas establecidas con los griegos y los romanos. Subsiguientemente, la práctica se deslinda del propio imaginario católico. (Arias Marín, 2012: 175-179) Del mismo modo, con el tiempo se van construyendo nuevos saberes alrededor de esta práctica, para así llegar a diferentes niveles de complejidad sobre las reglas del juego. Esta complejidad y estos distintos saberes se pueden ir observando sobre los diferentes pasos que se realizan antes de llegar al momento del combate. Ejemplo de esto lo es la preparación y el cuido del gallo, los cuales pueden utilizarse para comparar y contrastar en diferentes regiones de América Latina y el Caribe.
En lugares como Colombia, la pelea de gallos tiende a atribuírsele una simbolización más allá de realizar apuestas en efectivo. El motivo principal de muchos galleros es demostrar su honor y su prestigio a través del cuido y el entrenamiento de su gallo (Gómez Manrique, 2009: 421-423). Por lo tanto, más allá de un encuentro entre dos animales, la pelea de gallos es un espacio de socialización e intercambio cultural que se realiza en momentos y en lugares específicos. Existen diferentes sitios donde se realizan los combates: patios, parques y galleras improvisadas; lugares que van más allá de las galleras autorizadas por el gobierno (2009: 424-427) y que serían impuestas luego de los procesos de industrialización y la llegada de la modernización.
En Costa Rica, por ejemplo, ocurrió un proceso muy diferente. Durante el siglo XIX se inicia un proceso de regulación y fiscalización de la práctica, que eventualmente terminará en 1922 con la abolición de la misma. La regulación inicialmente, buscó brindar ganancias a esta cultura económica, beneficiando a propietarios y reduciendo las posibilidades populares y campesinas para participar en la misma. Eventualmente, se legisla sobre la provisión adecuada de estructuras, así como del pago de licencias y permisos favorables a la estructura de gobierno. (Urbina Gaitán, 2000: 62-66) Con esto, más allá de ser una tradición de generaciones, la pelea de gallos comienza a observarse con propósitos económicos que involucra mucho dinero. Estas nuevas regulaciones impuestas por el Estado comienzan a darse en todos aquellos países donde la pelea de gallos está impregnada en la cultura popular. A pesar de ello, Costa Rica se convierte en el primer país hispanohablante en América que prohíbe (1922) la pelea de gallos por considerarla un problema de salud pública y mal trato a los animales. Costa Rica también mantiene una prohibición similar a la corrida de toros, aunque aún se celebran actividades y corridas simbólicas o teatrales. (Rodríguez Aguilar & Alpízar Lobo, 2014)
Un importante componente narrativo y ritual de la pelea de gallos emana de las historias que engrandecen a ciertas personas, ciertos lugares y ciertos gallos. Según relata De Challes (1972), en la isla caribeña de Guadalupe existe un relato sobre un gallo al cual se le da el nombre de Zouave, conocido por sus hazañas y proezas, dando éstas mucho de qué hablar. Dice la tradición de este cuento que este gallo tomó ese nombre luego de haber ganado 18 peleas en público y 50 peleas privadas con espuelas de metal. Lo importante de esta historia es que este gallo fue visitado por personas de alto prestigio, entre estos: el rey de Suecia y el príncipe Halim, hermano del virrey de Egipto. (1972: 12)
La cultura económica del deporte de apuesta y la escenificación misma de la pelea de gallos producen relatos cuya narración persiguen aumentar y exaltar el prestigio de cada lugar, posiblemente de cada animal y, sobre todo, del dueño y criador del animal. En muchos lugares, cuando se le da un nombre a un gallo, en gran parte se debe a las hazañas del mismo o algún detalle que le hace diferente entre los demás. (1972: 13-14) A lo largo de la literatura, se observan grandes similitudes en la preparación antes del combate. Para aquellos competidores que llevan sus gallos, el paso inicial es el pesaje de cada gallo. El siguiente paso es la selección del oponente, para luego dar comienzo a los combates.
Cabe resaltar que existe una relación entre el cuidador y sus gallos, donde a estas aves se les exige ser lo más feroz posible (Gómez Manrique, 2009: 422-426). Para muchos galleros, esta práctica significa un acuerdo entre dos caballeros, donde el estatus y el prestigio se demuestran en el momento en que pelean ambos gallos. Sin embargo, hasta qué punto llega el acuerdo verbal, puesto como señala Gómez (2009: 428-430), puede existir cierto tipo de controversia y el desarrollo de un contra-discurso manifestado en ciertos espacios y momentos determinados.
La pelea de gallos como deporte y su desarrollo en Puerto Rico…
El historiador Juan Llanes (2014: 1-2) indica que para el año 2002 las apuestas registradas en las galleras en Puerto Rico ascendieron a 43,125,231 dólares. La participación fue de cerca de un millón de espectadores cuyo consumo fue de cerca de 100 millones de dólares. Estos datos evidencian que ésta es una actividad muy lucrativa, totalmente anclada en la circulación y el consumo, a pesar de ser una regulada por el aparato de gobierno. (Ley Núm. 98 del 31 de julio de 2007, conocida como, Ley de gallos de Puerto Rico) Independientemente de los vínculos concretos asociados con la construcción colectiva de una identidad puertorriqueña, ésta no es una actividad altruista, mucho menos exclusivamente simbólica. Su naturaleza es una económica. Además de Fray Íñigo Abbad y Lasierra, el historiador español Ángel López Cantos (1990), también localiza el origen de la pelea de gallos en la Isla para el siglo XVIII. La documentación disponible sugiere que fue en este siglo cuando se intenta regular la actividad, así como fiscalizar el efecto de las apuestas y las jugadas. (2014: 17-18). También se intentó regular la localización y edificación de la arena para los encuentros (eje. gallera) y la participación de los contendientes. Abbad y Lasierra, nos sugiere Llanes, describe cómo eran los encuentros entre los galleros, cómo éstos pautaban la búsqueda de un nuevo contrincante al cual pudieran echarle su gallo (2014: 8-9). Es por esto que desde muy temprano el gallo ha formado parte de la vida del jíbaro (eje. campesino) puertorriqueño (Alonso, 1970: 11-13), para luego ser una de las prácticas más populares en Puerto Rico, y con ello convirtiéndose en uno de los deportes de larga tradición en la isla.
No obstante, el periodista deportivo Emilio E. Huyke Colón (1991) señala en su extensa obra Los deportes en Puerto Rico, que aun cuando se crearon galleras muchos puertorriqueños preferían acudir y jugar en el batey (eje. terraplén) de alguna casa. Para principios del siglo XIX, ya había galleras oficiales en la mayoría de los pueblos de Puerto Rico, sin embargo, en el campo, la construcción de galleras tendió a realizarse de forma más lenta. (Llanes, 2014) De estas galleras surge la necesidad de crear un orden y del gobierno poder recolectar alguna ganancia económica. El historiador refiere al primer reglamento autorizado a mitad del siglo XIX y cuyo documento está dividido en varios artículos. (2014: 7) Entre estos artículos existen dos que llaman la atención, pues son el reflejo de lo que ocurría en aquel momento. Uno de estos artículos prohíbe las jugadas de gallos en las galleras para la población esclava y otro artículo veta esta práctica en horas laborables o tiempo de producción. Es por medio de este reglamento que se puede apreciar cómo desde un inicio se comenzó a crear un orden y moldear de manera estricta a la sociedad gallera de aquel entonces. Parte de este reglamento buscaba evitar la violencia más allá del encuentro entre los gallos.
Tabla #1: Glosario de vocablos comunes a la pelea de gallos en Puerto Rico
Vocablo |
Definición |
Apuesta |
En la jugada que se hace con dinero, los participantes escogen el gallo de su preferencia y que consideran como potencial vencedor de la contienda. |
Casar |
Momento inmediatamente después del pesaje de los animales cuando se parean los oponentes por pesaje y otros atributos compartidos. |
Castador |
La persona que se dedica a la casta (apareo) de gallos. |
Castar |
Se refiere a la selección para el apareamiento de un gallo y una gallina de acuerdo a atributos y cualidades identificadas como deseables. |
Espuela |
Es un tipo de espiga que se coloca en la parte inferior de la pata del gallo previo al combate. |
Gallera |
Recinto designado para la escenificación de la pelea de gallos y actividades afines. |
Gallero |
La persona quien se encarga de la crianza, entrenamiento y cuido de gallos. |
Padrote |
Gallo que por sus cualidades y deseabilidad es utilizado exclusivamente para el apareamiento y reproducción. |
Eduardo Piña (1970) brevemente explica que en Puerto Rico el deporte de los gallos pasa por tres etapas identificadas como: época antigua, la romántica y la moderna. La época antigua comienza en el momento en que se institucionalizan las jugadas de gallos a través de la construcción de galleras y se decreta un reglamento para las mismas aprobado por el gobernador Miguel de Muesas el 5 de abril de 1770 (Piña, 1970; Llanes, 2012: 4). La etapa romántica comprende desde la prohibición temprana en el siglo XX hasta 1932. Durante este periodo la pelea de gallos ocurría en la clandestinidad y en “este tiempo se vislumbra el mejoramiento de la raza mediante la importación de gallos de España y Cuba.” (Piña, 1970: 22) En tercer lugar está la etapa moderna, que comprende desde 1933 en adelante. En esta etapa se legalizan las jugadas de gallos, mejoran las leyes y el licenciado Rafael Martínez Nadal junto con el gobernador Robert H. Gore firman el proyecto de ley (Huyke Colón, 1991). Con el tiempo se crean torneos y clubes importantes para los entusiastas del deporte. A Don Rafael Martínez Nadal se le conoce como el “Padre de los gallos” y ocupa un lugar en el Salón de la Fama del Deporte de Gallos.
Manuel Alonso (1970), explica que este deporte está tan arraigado que existía mayor probabilidad de ver una gallera improvisada antes que una ermita o una iglesia. A mediados del siglo XVIII, la pelea de gallos tendía a ser mucho más importante que asistir a la misa de la iglesia, por lo que se prohibió, bajo penas eclesiásticas, las jugadas durante los momentos de celebración eclesiástica (López Cantos, 1990: 252-254). De igual importancia es la crianza del gallo. Para obtener un buen gladiador es necesario escoger muy bien cómo se va a castar el gallo y cuál será la gallina elegida. Muchas veces, la gallina también debe ser de raza y aparentar ser “brava” para poder castarse con el gallo más bravo del lugar. Alonso (1970) explica que este momento es uno de los más importantes en la vida de los galleros, pues, en ese entonces, es cuando se crean los futuros prospectos. El gallero es aquel que se encarga del cuido total del gallo, se asegura de que el mismo se prepare bien para la pelea. Además, aprende con el tiempo nuevas técnicas que le puedan ayudar para que su gallo sea el más salvaje durante el combate. No obstante, este individuo debe ser una persona con buen ojo y que se haya tomado el tiempo de conocer bien las distintas clases de gallos que existen.
En Puerto Rico existen oficialmente 128 galleras. Las mismas están divididas en cuatro tipos: gallera turística, gallera especial, gallera primera categoría y gallera segunda categoría (Llanes, 2014: 1; 26). Cada una se desempeña de una manera distinta y varía el costo de la entrada. Por ejemplo, la gallera turística puede operar los siete días de la semana, mientras que la gallera de segunda categoría lo hace solo tres días, los cuales mayormente son los fines de semana. Del mismo modo, el cobro de la entrada y asientos varía de acuerdo a la categoría de la gallera. Así también, las apuestas de los gallos dependen del tipo de gallera a la que se asista, por lo que no es lo mismo la apuesta en el Coliseo Gallístico ubicado en Isla Verde, Carolina que la apuesta en la gallera de la Playa de Ponce. Por lo tanto, muchos galleros deciden a qué tipo de gallera asistir dependiendo del tipo de gallo que quieran echar al combate.
Como antes he mencionado, en la isla son muchos los espectadores que asisten a las galleras. De modo similar, se mueven grandes cantidades de dinero en las apuestas. Dependiendo la categoría de la gallera y su operación es el pago de una cuota anual al gobierno, que fluctúa entre 50.00 y 1,000.00 dólares (Llanes, 2014). Además, cada gallera debe contar con la asistencia de un juez de valla el cual dicta las reglas del juego y decide quién gana o pierde. A este se le paga una cantidad de dinero por su labor. Parte de las regulaciones dentro de las galleras, luego del proceso de casamiento (donde se escoge el contrincante) debe de haber un área específica donde se colocan los gallos y funge como área de exhibición antes del combate.
Con el tiempo, el deporte de los gallos en Puerto Rico ha evolucionado en cuanto a las exigencias reglamentarias existentes, ya sea para el orden público, la fiscalización del juego y las apuestas y para mejorar la calidad de vida de los gallos. No obstante, conocedores de la crianza indican que queda mucho por hacer para mejorar más la calidad de vida de estos animales. Por ejemplo, en Puerto Rico, los gallos pelean con espuelas de plástico las cuales tienden a lastimar más al animal. Esto provoca que un gallo no pueda participar en más de cinco peleas en comparación con las que se efectuaban anteriormente. En el pasado, las espuelas colocadas en las patas provenían de gallos que habían perecido o de gallos no combatientes. Por otra parte, es importante resaltar la existencia del abuso de sustancias químicas que aumentan el rendimiento del gallo durante el combate.
La pelea de gallos y otras aproximaciones al deporte desde la antropología…
Desde la antropología, existen ciertas dualidades o binarios que se consideran y forman parte del estudio del ser humano. La práctica asociada con la pelea de gallos como deporte y como actividad económica no es una excepción. Las representaciones pueden incluir interpretaciones duales tales como, “civilizado/ salvaje, humano/ animal, cultura/ naturaleza, en las que las personas representan simbólicamente la primera parte (civilizado, humano, cultura) y los gallos la segunda (salvaje, animal, naturaleza).” (Arias Marín, 2012: 186) Estas representaciones que establece David Arias Marín intentan ubicar al individuo como civilizado, humano, cultura, ya que el mismo no mantiene ningún tipo de contacto físico y es a través del ave que se observa ese trato, por lo que es el gallo el animal, salvaje, el que libera su instinto, su naturaleza.
Del mismo modo, este deporte está directamente asociado a la masculinidad, según expone el reconocido antropólogo estadounidense, Clifford Geertz, quien argumentó que esta práctica está directamente asociada al cuerpo varonil. Por lo tanto, la violencia y la animalidad pueden estar vinculados directamente a la psique del hombre. (1972: 27-30). Es por esto que es común que durante los combates en las galleras, parques o lugares donde se realicen los encuentros, los participantes sean hombres. No obstante, un aspecto importante para comprender estas jugadas parte de que el gallero “es aquel que resalta el hecho de que un gallo debe mostrar su raza, su casta y su linaje.” (2012: 187) Por consiguiente, para muchos galleros este aspecto es crucial, pues así es como se construye el prestigio y el honor del que habla Geertz (1972: 10-21), y es dentro de estos espacios donde se construye la masculinidad.
Esta práctica cultural, según explica Arias Marín (2012: 183-189) muchas veces es transmitida por medio de la tradición o a través del linaje genealógico. Por lo tanto, este deporte se diferencia de otros donde lo único que se requiere es un proceso de enculturación descrito por Geertz (8-11), el cual, desde pequeño, se aprende a cuidar y preparar al animal, más allá de escoger un deporte donde se debe desarrollar algún tipo de talento. Asimismo, en la relación cuidador-gallo, es importante entender el intercambio simbólico que existe entre estos dos, donde el gallo provee al gallero el prestigio y honor, mientras que el gallero proporciona todo el cuidado y la preparación que necesita el primero (2012: 190-195).
Figura #2: Pesaje de los gallos.
Algunos antropólogos culturales argumentan que la escenificación y combate de gallos resulta en un ejercicio de observación en el que se pueden apreciar fenómenos sociales, como el orden y jerarquía de las clases sociales y la construcción cultural que se hace del género y de su identidad. Garry Marvin (1984: 62-67) ilustra cómo las peleas de gallos en la sureña Andalucía, son realizadas por personas quienes pertenecen principalmente a un proletariado de clase media. Y si bien esto puede ser cierto también en Puerto Rico o en Colombia (Gómez Manrique, 2009: 423-427), otros factores influyen como, por ejemplo, la localización geográfica asociada con una clase social y el perfil socioeconómico de los galleros. Tal es el caso del Coliseo Gallístico en Isla Verde (Carolina, Puerto Rico), localizado en un conocido y acaudalado sector turístico en la región metropolitana de San Juan. No hay duda, que desde la antropología cultural se pueden considerar múltiples miradas al deporte ya sea de una forma teórica, así como metodológica. Se puede, por ejemplo, formular preguntas amplias como; ¿qué es el deporte?, ¿a qué se le considera un deporte? y ¿cómo se constituye una actividad social en deporte? Son preguntas que pueden ser puntos de partida para comprender mejor la complejidad del deporte de los gallos. De la misma forma, la antropología puede ayudar a replantear, cuestionar y reflexionar en profundidad sobre las representaciones, identidades e imaginarios constituidos bajo estos espacios y comprender mejor los distintos saberes creados por esta comunidad. En fin, conocer esta expresión cultural nos da la oportunidad de llegar a otros sectores que existen y aportan a la cultura puertorriqueña.
Conclusión
Finalmente, este trabajo forma parte de una primera fase donde se resume esta práctica y, actualmente, se realiza un estudio etnográfico sobre las prácticas y las significaciones de las peleas de gallos en Puerto Rico, desde la perspectiva de los que participan, para entender cómo y por qué estos lo definen como un deporte. Del mismo modo, como parte de la segunda fase, la finalidad es estudiar el género (masculinidad y la feminidad) dentro de los espacios de las galleras, las peleas de gallos como deporte y examinar las narrativas que lo ligan a la identidad nacional. Por lo tanto, desde una perspectiva antropológica se busca contribuir al área de los estudios de los deportes como parte de las prácticas culturales que se expanden hacia diversos espacios y recogen una multiplicidad de discursos que, en muchos casos, se vuelven globales.
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Universidad de Puerto Rico, Río Piedras
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