Janlouis Rodríguez Figueroa
Departamento de Biología
Facultad de Ciencias Naturales, UPR Arecibo
¿Debo temerle a la Muerte? Se saciará con todas las víctimas robadas de la vida. Tal vez nuestras vidas son demasiado etéreas y efímeras se vuelven. A lo mejor eso la vuelve hermosa, porque hay un final. Nunca volveremos a donde estamos, nunca podrás ser más feliz de lo que ya eres, volviendo cada instante acendrado. Pero hoy no hablaré de la vida, más bien de su némesis y hermana. La Muerte, puntual, fría, hermosa y un tanto enamorada.
¿Enamorada la Muerte? Quizás me traten de demente, pero equivocado no estoy. Ella que ha morado la tierra, desde sus comienzos. Ha visto la bondad humana, los ojos más hermosos, la sonrisa más fresca y el corazón más noble. ¿Cómo negar? Que ella siendo tan humana, nunca pudo haberse enamorado. Incluso al ayudar a El principito a llegar a su planeta, sintió un estado de ambedo en el cual se preguntó el porqué de su eterno y solitario deber. Tan sola, tan inmarcesible, tan perenne, tan sempiterno que solo ella puede sobrellevar. Solo la Muerte es capaz de perder el amor de su vida cien veces y más, solo ella puede soportar el querer no besar, puesto que al realizarlo sus amados se desploman, fríos en el suelo. ¿Cómo eso podía suceder? Si junto a ella la nieve ya no era tan fría. Y qué lindo era decir que la Muerte, al amanecer seguía observando las almas hurtadas de Vida, su hermana eternamente exaltada y venerada. Ella que siempre estuvo en tus obras literarias favoritas, en tus momentos más tristes, siempre contemplando a lo lejos y nosotros nunca pensamos en ella, más que como la sucia, malvada y triste Muerte.
En el momento que por pena se llevó a Marianela, en el tiempo que en Bodas de sangre llevó a cabo justicia. La Muerte, personificada en el personaje principal de cada historia contada, presente siempre al final y claro está en el comienzo.
Tal vez la has visto y reconocido no has podido, espera paciente en varios años la conocerás. Quizás no deberíamos negarla debido a que ella está ahí, a lo lejos del portal de tu hogar, o simplemente cerca…
Dedico esta prosa poética a Alejandro Casona por su gran obra La dama del alba, la cual me enseñó que hay vida antes de la Muerte y de cierta manera contemplar lo que nos espera luego de la vida de una manera más optimista y aceptar la Muerte por ser tan natural como la vida.
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