Matías Coss Hernández
Departamento de Filosofía
Facultad de Humanidades, UPR RP
En la actualidad, nos encontramos atados a una mirada antigua de concebir el mundo desde la lejanía, lo cual nos ha dejado con la ilusión de un progreso falso e individualista, y debemos reemplazarla por una concepción colectiva terrenal. Esta percepción globalizadora es problematizada como el Apollo’s Eye por el geógrafo cultural, Dennis Cosgrove, a través de un trabajo subtitulado como A Cartographic Genealogy of the Earth in the Western Imagination (2001). Cosgrove categoriza al dios de la mitología grecorromana, Apolo o Febo, como la figura detrás de esta mirada por las características que los antiguos le otorgaron. Es el dios más hermoso del Olimpo que se desplaza desde los cielos por encima de la esfera terrestre en su carroza dorada que simboliza el sol. Pero el teórico profundiza las implicaciones de estas distinciones mitológicas en la siguiente manera: “Apollo embodies a desire for wholeness and a will to power, a dream of transcendence and an appeal to radiance” (Cosgrove, 2001, p. 1). Se evidencia a través de esta explicación que esta mirada de lejanía se encuentra intrínsecamente relacionada con el poder cultural de decidir cómo miramos el mundo. Es por esto por lo que a lo largo de la historia tantos imperios, lo cual en la actualidad es intercambiable con empresas multinacionales, han apelado a un sueño por la dominación mundial que parte de este pensamiento occidental. Se trata de una concepción que alimenta discursos imperialistas, que, como consecuencia, perpetúan prácticas patriarcales y manifestaciones de superioridad étnica. A pesar de visibilizar el problema, Cosgrove no hace mucho por brindarnos una solución a esta mirada acaparadora. Encontramos una posible solución en la teoría de lo Terrestre presentada en el libro Dónde aterrizar: cómo orientarse en política (2019) por el filósofo francés Bruno Latour, que invita a bajarnos de los cielos y aterrizar en el suelo para desde allí deconstruir anticuadas nociones de la naturaleza y el mundo. Consciente y activo en cuanto a la transformación climática, Latour aboga por una mirada terrenal por la cual nos desprendamos del patrimonio e identidad nacional para acercarnos hacia prácticas intercomunales ecologizadas.
La humanidad se encuentra en un serio aprieto. Mientras continuamos explotando la atmósfera con gases de efecto invernadero, se continúa procurando y apoyando una globalización de corte neoliberal que explota a las poblaciones que irónicamente son las más afectadas por el cambio climático. De acuerdo con la propuesta de la nueva época geológica, l Antropoceno, liderada por el químico neerlandés Paul Crutzen, vivimos en un mundo dictado por las repercusiones naturales a causa de las acciones humanas iniciadas desde la industrialización y modernización. La incontrolable alza en los desastres naturales es la gran evidencia de que el ser humano ya no es el protagonista en el planeta, y la visión desde el exterior tiene en parte la culpa. El optar por la mirada de Apolo o una perspectiva del globo desde el afuera nos aleja consecuentemente de concebir el abuso humano hacia el planeta ya que nos despega de la tierra, enfocándonos en una noción del progreso a distancia. Las fotos desde el espacio brindan un sentimiento de una humanidad sin fronteras e interconectada, cuando en la realidad las barreras entre naciones se intensifican a través de un populismo neofascista y las relaciones internacionales están minimizadas por una racionalidad economicista. Esta consecuencia, similar a una de las críticas de la película blockbuster The Matrix, “ignorance is bliss”, es señalada por Cosgrove: “To achieve the global view is to lose the bonds of the earth, to escape the shackles of time, and to dissolve the contingencies of daily life…the figure of Apollo thus prompts the conception of a unified world…” (Cosgrove, 2001, p. 3). Si lo ojos nos están fallando para entender el problema, ¿tendremos que quitarnos los ojos para ver? Poéticamente, se podría decir que sí, pero primero es preciso bajarnos de los cielos para aterrizar en una solución.
Siendo necesario una desarticulación de la perspectiva de Apolo, caracterizada por una decisión primordialmente imperialista de concebir y percibir el mundo, la propuesta latouriana de lo Terrestre se presenta como una posible solución colectiva para redefinir nuestra relación con el suelo. A pesar de categorizarla en su análisis como “visión planetaria”, Latour critica el “Apollo’s Eye” resaltando su diferencia a la visión Terrestre en el capítulo quince de su libro: “…Considerando las cosas «desde arriba» … lo que invita a pensar [es] que el nuevo régimen climático es una oscilación sin importancia. Lo Terrestre, en cambio, no tolera semejante desarraigo” (Latour, 2019, 1008). El filósofo francés considera su propuesta como el surgimiento de un tercer polo de atracción dentro un marco teórico en el cual se encuentran dos otros polos inefectivos en la relación humana-naturaleza, a saber: El polo de atracción 1 local; y el polo de atracción 2 global. En Dónde aterrizar se cuestiona la globalización como un viaje de ida desde el primer polo hacia el segundo en el cual la pista de lo global no se encuentra apta para recibir los pasajeros de la humanidad ni es posible un regreso a lo local en donde no tienen espacio todos los desarraigados. Como consecuencia, nos encontramos en una situación en la cual hay que decidir en qué lugar necesitamos aterrizar. Latour nos propone que “hay que conocer, lo más fríamente posible, la ardiente actividad de una tierra por fin considerada de cerca” (Latour, 2019, p. 1013), implicando una reconceptualización de nuestros lazos con el terreno incomprendido que pisamos. El desarraigo globalista de la Tierra abordado por el Occidente, junto a sus valores neoliberales, ha inculcado en las poblaciones a lo largo de siglos un sentido erróneo de pertenencia en cuanto al terreno, creando una barrera ideológica entre nosotros y la naturaleza. El plan de acción de Latour consiste en erradicar estas destructivas nociones realizando “dos movimientos complementarios que la modernización había vuelto contradictorios; por una parte, aferrarse a un suelo; por otra, mundializarse” (Latour, 2019, p. 173).
Se podría considerar que el primer paso para incorporar lo Terrestre como una mirada colectiva y desatarnos de la percepción occidentalizada del globo, es cambiar el dios representativo de la racionalidad imperante. Dentro de un panorama ecofeminista, cuya rama del feminismo consiste en el paralelismo entre la explotación de las mujeres y la naturaleza, podemos sustituir la intrínseca figura occidental de Apolo por la figura de la “Madre Tierra” universalizada a lo largo de diversas culturas. Siguiéndole la corriente a Latour de “ecologizarnos” como sociedad, debemos procurar figuras representativas de lo que está en juego en este periodo de justicia climática y polarización política. Las mismas fuerzas capitalistas que destruyen los pulmones verdes de oxígeno a través de empresas transnacionales, se entrelazan con el sistema patriarcal para abusar del género representante de la mitad de nuestra población global. A esto se refiere la ecofeminista alemana, María Mies, con interpretar ambos sistemas opresivos como “capitalismo patriarcado”. Cosgrove ha teorizado sobre la diferencia entre palabras anglosajonas utilizadas para describir el planeta, deteniéndose con precisión en el término de tierra, describiéndolo de la siguiente manera: “Earth is organic; the word denotes rootedness, nurture, and dwelling of living things” (Cosgrove, 2001, p. 7). Relocalizarnos desde una perspectiva Terrestre implica fortalecer nuestra conexión con la vida fuera de la vida humana. Latour atiende la importancia de visibilizar los “terrenos de vida” que hemos dejado al margen de nuestras sociedades, ya que será a través de estos espacios que podremos librarnos de la modernidad por el cual “progresar es desprenderse del suelo primordial” (Latour, 2019, p. 999). Gaia como figura globalizadora nos acerca más hacia un mundo sostenible, ecologista e inclusive, ecofeminista.
La mirada distanciada de Apolo ha representado un “desvío por el exterior [que] introdujo, en la noción de naturaleza, una confusión de la que no hemos logrado salir” (Latour, 2019, p. 950). Sin embargo, se encuentra una salida abierta desde el marco de lo Terrestre por el cual podemos sustituir las características individualistas del neoliberalismo y del capitalismo globalizado por el colectivismo de una sociedad ecologizada. El mundo como lo conocemos se encuentra en un estado de caos por el progreso del periodo Antropoceno, las naciones que menos han contribuido al cambio climático son las que más están sintiendo sus estragos. Habrá que procurar una práctica de concebir el mundo desde la cercanía para visibilizar el abuso al que hemos condenado los cuerpos de vida de la naturaleza. No se trata de tan solo aterrizar en el suelo, también es necesario una reconceptualización de la relación entre la vida humana y esa que lo rodea, la cual implica reconocer también que somos parte de ella y no otro mundo separado. La metáfora aérea de la globalización de acuerdo con Latour tiene su pista de aterrizaje instalada en la transformación necesaria hacia una percepción ecológica pero fundamentalmente, se pudiera decir, ecofeminista. Sustituir la figura globalizadora de Apolo, representativa del idealismo detrás de procesos imperialistas y colonialistas, por la representación feminizada de la Tierra puede considerarse como un primer paso para desarticular esta mirada tipo astronauta de concebir el globo. En conclusión, la respuesta que buscábamos en los cielos la teníamos sembrada en el suelo, es cuestión de fortalecer su florecimiento.
Referencias
Cosgrove, Dennis. (2001). Apollos Eye: A Cartographic Genealogy of the Earth in the Western Imagination. John Hopkins University Press Books.
Latour, Bruno. (2019). Dónde aterrizar: cómo orientarse en política. Traducido por Pablo Cuartas. [Versión Kindell]. Taurus.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional.